La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, que controla todo el aparato estatal, comenzó la represión directa tres meses después del inicio de la rebelión de abril de 2018. El objetivo era desmontar las barricadas en barrios y carreteras — los tranques — que la población había instalado como forma de protesta. Esta resistencia cívica fue liderada principalmente por jóvenes, herederos de quienes vivieron el triunfo de la Revolución Sandinista en 1979.
Asesinatos, secuestros, torturas y asedios comenzaron a llenar las crónicas de medios de comunicación y los informes de organismos de derechos humanos, tanto nacionales como internacionales. La población expresaba su descontento a través del bloqueo de vías, mientras el régimen respondía con violencia.
Una resistencia popular masiva
La resistencia popular fue creciendo, con la participación activa de personas de barrios históricamente marginados, quienes por años no habían tenido la oportunidad de expresarse libremente. Ante la magnitud de las protestas y la cercanía del 19 de julio, el régimen desplegó una brutal ofensiva militar: la llamada “Operación Limpieza”.
Bajo órdenes superiores y con el eslogan “Vamos con todo”, el secretario político Fidel Moreno y operadores partidarios coordinaron la represión, ejecutando crímenes con total impunidad.
Siete años después, organizaciones civiles, colectivos ciudadanos y personas en el exilio conmemoran a las víctimas con la campaña “Operación Limpieza: crímenes de lesa humanidad”. Según un comunicado oficial, esta campaña “tiene como centro la reivindicación de la gesta cívica y heroica protagonizada por el pueblo autoconvocado, particularmente los tranques de Masaya, Carazo, Jinotepe, León, Managua y Jinotega. Esta campaña es un ejercicio de memoria viva, de denuncia y de reafirmación de una lucha que no ha terminado”, explican.
Héroes de los tranques
Gabriel Putoy, originario de Monimbó, Masaya, conoce de primera mano la resistencia indígena durante 89 días de lucha, tras los cuales se contabilizaron al menos 35 asesinatos en su comunidad. A siete años, Putoy afirma: “Estos 7 años han sido de rabia contenida, porque no nos hemos podido expresar, pero también de dignidad. Aunque la herida sigue sangrando, sigue abierta. No ha habido justicia ni verdad, pero también sigue viva la memoria de las familias que recuerdan siempre a sus muertos”, comenta.
Putoy, expreso político del régimen, destaca que “la resistencia popular no termina. Seguimos exigiendo rendición de cuentas en los territorios que fueron ocupados por la Operación Limpieza y que hoy son símbolos de resistencia. Cada aniversario es una lucha por la libertad y un acto de reafirmación». Agrega que desde el exilio en Costa Rica, construyen memoria, «dando testimonios, realizando conversatorios, materiales educativos, erigiendo altares y misas conmemorativas. No vamos a permitir que el gobierno imponga el silencio y el olvido, porque de ser así, demostraría hasta dónde han calado para implantar el terror transnacional”.
Víctimas sin justicia
Durante junio y julio de 2018, las fuerzas del régimen atacaron directamente barricadas y tranques, pero también a personas que ni siquiera habían participado en las protestas. Muchas sufrieron daños físicos y psicológicos, además de asedio policial y militar constante.
Putoy reconoce que el acompañamiento a las víctimas ha sido limitado: “El seguimiento ha sido difícil, porque casi todo el pueblo ha sido víctima de los Ortega. Los organismos y la comunidad internacional están enfocados en otros temas, pero los activistas han estado con el pueblo, documentando los hechos y ofreciendo apoyo psicológico desde redes sociales. La diáspora en Estados Unidos también ha colaborado con víctimas específicas”, señala.
“Violencia despiadada” y represión sistemática
El Colectivo Nicaragua Nunca Más también se pronunció durante esta conmemoración: “El 8 de julio de 2018, un contingente de al menos 2,000 armados irrumpió en Jinotepe, Diriamba y Dolores con una brutalidad que quedó marcada en la memoria de Nicaragua. Portaban armas pesadas como PKM, RPG-7 y granadas, y cortaron las comunicaciones… Paramilitares tomaron los hospitales y dieron inicio a la Operación Limpieza. Una masacre planificada en la que, en menos de 12 horas, asesinaron al menos 200 personas. Reflejando la violencia estatal y la represión dirigida contra quienes se alzaron pacíficamente en protesta contra la dictadura”.
El colectivo denunció que “la violencia fue despiadada y sistemática, dejando un saldo de lágrimas, miedo y rabia que aún persiste en los corazones de quienes sobrevivieron. Esta masacre marcó el momento más sangriento de todo un proceso de resistencia cívica. La impunidad aún marca estas heridas abiertas. El régimen Ortega Murillo continúa su represión, ahora desde el exilio, contra quienes estuvieron en las barricadas”, añaden.
Memoria activa en exilio y clandestinidad
La campaña “Operación Limpieza: crímenes de lesa humanidad” busca mantener viva la memoria y rendir homenaje a las víctimas. Se realizarán exposiciones de altares en Costa Rica, Estados Unidos, España y de forma privada dentro de Nicaragua.
“Ya es algo privado, que esperamos no corra riesgo ya que es algo propio de la familia”, expresó la activista Yaritza Mairena.
Además, el 19 de julio se desarrollará el conversatorio virtual: Memoria de los Tranques, un espacio de reflexión y testimonio sobre las vivencias de lucha frente al régimen represor. Y el domingo 20 de julio se oficiará una Eucaristía en memoria de las víctimas, a cargo de Fray Rafael Aragón Marina, en la parroquia San Isidro Labrador, San José, Costa Rica.
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