El Premio Cervantes compara el sismo en el Poder Judicial con el método estalinista de crear terror entre las propias filas para evitar conspiraciones

Las purgas que están sucediéndose en el Poder Judicial de Nicaragua pueden ser un arma de doble filo y que al régimen de los Ortega Murillo se les voltee la estrategia. Así lo cree el escritor Sergio Ramírez, que enmarca las oleadas de destituciones y encarcelamientos a una estrategia conocida que Stalin puso en práctica.

En este sentido, Ramírez recuerda que el dictador ruso “metía el terror para que nadie estuviera seguro, está para que nadie pudiera conspirar”. De este modo, en la estrategia estalinista “a los más inocentes los metían en la cárcel para que nadie estuviera seguro, para que el que quedaba libre tuviera miedo”. Y esto es lo que, a todas luces, parece que está sucediendo ahora en el seno del Poder Judicial algo que, entiende el autor de ‘Tongolele no sabía bailar’, podría estar aparentemente dando resultado porque “en Nicaragua la gente está llena de terror porque ya nadie sabe a qué atenerse”. Ahora bien, este método estalinista “puede ser muy destructivo para el propio régimen” ya que, entiende, “crea temor pero también puede crear rebelión”. 

Así lo ha indicado Ramírez en Granada (España), donde la pasada semana recibía el Premio Memorial Antonio Lozano que entrega el Festival Granada Noir, dedicado al género negro. En una charla posterior a la gala de entrega, el escritor se refirió a la crisis que se está viviendo en la cúpula del Poder Judicial nicaragüense, un estamento que calificó como “instrumento de la represión”. Allí, señaló, “se armaron paramilitares” en el contexto de los ataques de 2018 y, además, en su seno “funciona una granja de troles de propaganda”.

El novelista señaló a la presidenta del Poder Judicial, Alba Luz Ramos, actualmente confinada en su domicilio en una suerte de casa por cárcel como “una mujer corrompida adicta al régimen” al igual, afirmó que otros magistrados de la Corte Suprema igual, jueces y empleados. A pesar de la fidelidad que habrían mostrado al régimen ahora han sucumbido a una nueva noche de cuchillos largos que nadie sabe hasta dónde alcanzará y que por el momento ha acabado con la destitución de más de 200 funcionarios que, supuestamente eran leales a la dictadura. Ramírez insistió en contextualizar estas acciones en una “canibalización” que podría estar produciéndose en las entrañas del poder, algo que suele ser común en regímenes autoritarios y señaló directamente a Rosario Murillo, “una mujer muy insegura”, como artífice de una maniobra dirigida a crear “terror” también entre los leales y como aviso a navegantes. Murillo, aseveró, “tiene miedo de todo el mundo y también a su propia gente que ya ha demostrado fidelidad” y es en esa lógica en la que habría que entender las destituciones y encarcelamientos. De este modo el mensaje que se manda es que nadie puede descuidarse lo más mínimo si incluso los más fieles del mundo van a la cárcel también o son destituidos.

Que en El Carmen hay temor es algo evidente, no ya solo por los más recientes acontecimientos en torno al Poder Judicial. El propio Daniel Ortega reconocía hace unos días en el acto oficial de Instalación del Periodo Legislativo 2023 ante diputados y ministros, así como otros funcionarios públicos, que «aunque las aguas estén mansas no podemos confiarnos porque los terroristas andan siempre conspirando» y afirmó dormir «con un ojo abierto y otro cerrado porque las alimañas andan ahí». Tranquilos, es más que evidente, no están.

Apoyo al régimen por «oportunismo o miedo»

El novelista reconoció que el régimen Ortega Murillo aún cuenta con un cierto respaldo, aunque muy minoritario, “no más de un 18% o 20%” según alguna encuesta como la de CID-Gallup que consideró que “puede acercarse a lo más creíble”. En términos de población Ramírez traduciría este apoyo a no más de 600.000 personas adultas que aún les apoyan por factores que “van desde el oportunismo al miedo”, aunque también habría personas “rezagadas” en la convicción de que esta “es la revolución de 1979” y siguen comprando el discurso de Daniel Ortega “antiimperialista, anticolonialista, revolucionario, guevarista “porque queda gente “ligada a esa nostalgia por una revolución que ya no existe”. Muchos de ellos han sido, aseguró “los que conformaron los paramilitares que asesinaron a jóvenes en 2018”. Además de estas generaciones de personas que vivieron la revolución sandinista “también hay algunos jóvenes” que han heredado ese convencimiento que “se transmite de padres a hijos y familias enteras” que siguen respaldando ese esquema.

No cree Ramírez por tanto que ese escuálido porcentaje de respaldo que le dan las encuestas sea realmente un apoyo firme y sin fisuras. De este modo insistió en que la mayor parte del soporte que aún le queda en la población viene de esa mezcla de “convicción”, en menor medida y “nostalgia, vieja ideología, sentimentalismo por una revolución que ya no existe” así como el oportunismo o directamente el miedo para “no perder el puestecito de trabajo que tienen o no perjudicar al hijo que tiene una beca y que si se habla cualquier cosa inmediatamente se la quitan”.