Al pueblo de Dios que peregrina en Nicaragua:
¡Aquí estamos! Todavía rodeados por hombres y mujeres –jóvenes y no tanto- que tratamos de hacer lo poco para vivir el Evangelio de Jesucristo en medio de las comunidades en resistencia que se congregan en distintas zonas de Nicaragua. El pueblo de Dios “desde las catacumbas” está vivo y cada día más fuerte.
En esta breve carta queremos compartirles nuestra postura sobre dos acontecimientos recientes: El destierro de los obispos Rolando Álvarez, Isidoro Mora junto a 17 sacerdotes y seminaristas; y la conclusión de la primera parte del camino sinodal propuesto por el Papa Francisco en la Iglesia universal.
Nuestra voz se eleva para afirmar, con rotundidad, que el destierro no es sinónimo de libertad. Compartimos el alivio del pueblo de Dios por la salida de las ergástulas del régimen de nuestros hermanos, pero reclamamos que su situación se ha venido a unir a la de otros compatriotas que son víctimas de crímenes de lesa humanidad.
Creemos recoger en estas breves líneas el sentir del pueblo de Dios que peregrina en suelo nicaragüense, que la esperanza abierta por la liberación de nuestros 19 hermanos religiosos se traduzca en una pronta recuperación de cada uno de ellos, y que su voz -unida a la de otros hermanos y hermanas desde el exilio-, sigan siendo fuente de valentía, resistencia y aliento para nuestra sufrida Nicaragua.
Respecto a la primera parte del Sínodo de la Sinodalidad, debemos lamentar el silencio de la jerarquía eclesiástica nicaragüense sobre los resultados de esta primera sesión.
El Sínodo, tal y como nos ha orientado el Papa Francisco, propone a la Iglesia un cambio en las estructuras que pasa por una mayor inclusión de la mujer en las decisiones eclesiales. También aboga por dar espacio para la toma de decisiones desde las bases, es decir, desde nuestras comunidades creyentes en cada barrio, pueblo y región.
Sínodo, mujeres y laicado
Bajo esta lógica, mujeres y laicado en general están llamados a ser parte de nuestras decisiones como Iglesia que quiere ser “discípula y misionera” que acompaña a hombres y mujeres de nuestro tiempo en medio de las dificultades. (Gaudium et Spes, 1).
Este pensamiento que nos propone el Sínodo de la Sinodalidad está en línea con las grandes mayorías de nuestro país, que lucha por una nueva sociedad en la que todos y todas seamos iguales, donde no exista ninguna forma de explotación, donde se potencie el derecho a disentir y dónde las decisiones importantes no estén en manos de una casta privilegiada de dirigentes o “personas iluminadas”. El destino de Nicaragua, ayer como hoy, pertenece únicamente al pueblo nicaragüense.
Lamentamos que nuestro país, durante estos años de crisis, perdiera entre el 10 y el 15% de la población debido a los asesinatos selectivos, desapariciones forzadas y destierros.
Mientras tanto, los religiosos y religiosas arrancamos este 2024 con el ánimo y la valentía que experimentamos desde las comunidades cristianas de toda Nicaragua que, en medio de la adversidad, continúan en resistencia desde la fuerza permanente del Evangelio de Jesús.
En la persona de Jesucristo, resucitado y libertador de los pueblos, les manifestamos nuestra cercanía y oración. Siempre, como consagrados y consagradas, tengan la seguridad que estaremos acompañándoles como pueblo de Dios que peregrina en Nicaragua. En esta hora, nuestra palabra a ustedes es: “¡Ánimo!”.
Fraternalmente, en Cristo,
1 de febrero del año del Señor, 2024.