El pasado 18 de septiembre la sede central del Instituto Cervantes, en Madrid, celebraba un acto muy especial para las letras nicaragüenses, la entrega simbólica de los legados de dos de los más grandes escritores no solo del paisito sino de todo el ámbito de la lengua española, Claribel Alegría y Ernesto Cardenal. La Caja de las Letras, una especie de cápsula del tiempo, recibía objetos, libros y manuscritos de ambos escritores en un acto que presidido por el director de esta institución, el poeta español Luis García Montero, también acogía el legado del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, allí presente.
Sergio Ramírez, Premio Cervantes, entregó el legado de Ernesto Cardenal: su boina vasca, los lentes que utilizaba en su vida diaria y una cajita de versos, entre ellos los últimos cinco poemas que escribió antes de morir.
La escritora Gioconda Belli entregó el legado Claribel Alegría: la primera edición de Anillo de Silencio, su primer libro, armado por su maestro Juan Ramón Jiménez, dos cuencos de mate con sus respectivas bombillas, regalados por Eduardo Galeano y por Julio Cortázar; un índice manuscrito del poemario Voces, con una cita de Fernando Pessoa en la página inicial y la dedicatoria a sus cuatro bisnietos, así como un texto escrito por su hijo Erik Flakoll Alegría.
Una boina y una cajita de versos, un librito de sonetos seleccionados por el más perfeccionista hasta la exasperación que ha existido en la lengua española… son objetos que han quedado guardados de manera simbólica en esa Caja de las Letras que es en sí misma un universo de palabras que Ernesto Cardenal y Claribel Alegría han hecho más grande y, a la vez, más cercano.