El coraje de la palabra. Nicaragüenses frente a la violencia del Estado, es el nombre de la tesis de grado de la nicaragüense María José Díaz, antropóloga social, especializada en antropología semiótica; que dio origen al texto del mismo nombre.

María José ganó el premio nacional de la Cátedra Jorge Alonso 2024 de la Universidad de Guadalajara con su tesis. Además, es autora de diversos documentos referidos a programas y proyectos sociales, y directora del colectivo feminista Luchadoras e investigadora.

Muy recientemente, Díaz ganó el segundo lugar a nivel de México, del premio ALED 2025, de la Asociación Latinoamérica de Estudios del Discurso.

Díaz estuvo compartiendo en Agenda Propia Nicaragua aspectos importantes de su tesis de doctorado en entrevista con Patricia Orozco.

Una investigación sobre la violencia del Estado

El coraje de la palabra estudia la violencia del Estado y sus agentes o instituciones a que ha estado sometida la ciudadanía nicaragüense por años; la cual se manifiesta desde el uso de la fuerza en manifestaciones o protestas, hasta la implementación de políticas que violan los derechos humanos. Esta violencia puede ser psicológica, física, simbólica, estructural, forzada, extrajudicial, mediante torturas, en dependencia del contexto donde ocurra.

María José llegó a México en 2019 para lidiar con la persecución que se vivía en Nicaragua. Estudió becada el doctorado de antropología y en sus años de estudio concluyó que era importante entender los sentidos sociales que las personas otorgan a las manifestaciones de resistencia o de violencia en 2018 y concatenarlos con otros hechos históricos.

“Cómo nombraban los eventos quienes participaron en la movilización del 2018 y quienes estaban en favor del gobierno. Era fascinante entender el estado cultural de lo que estaba aconteciendo”, señala, para quien la fecha/evento toma importancia porque resignificó no solo los símbolos, también las memorias sociales, la forma de entender el poder. “Era necesario ver el evento 2018, que en resumidas cuentas se trata de crímenes de lesa humanidad. Por eso al ver 2018 se reconfigura la investigación”, agrega.  

Voces desde las trincheras: Los no-protagonistas

El libro está dedicado a todas las personas que vivieron la violencia de Estado. Según la antropóloga “hay múltiples víctimas que se han construido en este episodio de siete años, desde las víctimas que fallecieron, como las personas que murieron en el exilio esperando justicia o volver”, señala.

El texto posiciona discursos de personas que participaron, pero no fueron “grandes protagonistas”, sino que estuvieron en las trincheras. Analiza disertaciones de jóvenes en los tranques, en las universidades, mujeres en las redes de colaboraciones importantes. “Encontré que muchas personas estamos rotas. A partir de ese evento (2018) hay múltiples duelos que estamos todavía sobrellevando y el homenaje hacia estas personas que sobrevivieron y todavía anhelamos volver, es este libro como un pequeño detalle, un pequeño homenaje para esa gran lucha” agrega María José.

Para la autora de El Coraje de la palabra es imposible hablar de 2018 sin referirse a lo que sucedió en 2006, el 90, los 80. Cada evento está directamente unido a otro inmediato y es lo que hace que el texto dialogue con un contexto del 2018 abrazado a los 80 y a la lucha histórica que se vivió frente a la dictadura de Somoza. Es un aporte del libro logrado con la ayuda de historiadores nicaragüenses, señala Díaz.

Muchas voces intentan explicar el 2018 como algo que surgió en esa fecha, eso impide entender qué le pasó a Nicaragua como sociedad, no solo al Frente Sandinista, también a los hombres como grupo social importante, y “lo que ha pasado con las feministas que hemos estado históricamente hablando de estos temas, muchas veces silenciadas por grupos hegemónicos. A la luz del tiempo y a la luz de lo que pasó, es reconocer que había muchos grupos sociales que ya veníamos en actos de resistencia política” agrega Díaz.

El libro refleja un contexto que va tejiendo -aunque se enfoca en 2018- el comportamiento y la violencia que el Estado nicaragüense ejerció sobre la población en plena pandemia, por ejemplo. Se teje grandes piezas históricas que María José llama calidoscopio discursivo, porque son múltiples contextos para entender la realidad que vivimos.

Plantea además que 2018 es el cúmulo no solo de múltiples violencias que se venían ejerciendo, también evidenció que los hombres que participaban en la rebelión de abril, si bien se identificaban con la consigna azul y blanco, no renunciaban a su consigna patriarcal de sujeción de los cuerpos de las mujeres. Para la autora de El Coraje de la palabra fue sorprendente encontrar en tweet, discursos, escritos, cómo el rechazo visceral hacia la movilización política de las mujeres se conserva.

Feministas silenciadas, cuerpos incómodos

“Cuando las mujeres nos movilizamos políticamente para defender nuestros derechos o los del conjunto social, esta posibilidad no es dialogante con la perspectiva de los hombres que se consideran parte del azul y blanco pero que ven en las feministas un grupo poblacional incómodo. Eso es importante en el contexto porque discursivamente se hablaba de una nueva Nicaragua, una nueva era, pero que a la hora de ponerlos en contexto y en letras pequeñas esta gran nueva Nicaragua, eran incómodas las feministas, eran incómodos los cuerpos negros, los de campesinos, incluso eran incómodos los cuerpos de jóvenes que provenían de barrios, entonces lo que lo que da también este contexto es para reflexionar” explica la también investigadora y agrega que “es lamentable pero encontré discursos viscerales contra las mujeres que se movilizaban socialmente, no encuentro palabras para explicarlo acertadamente pero a veces hablaban sobre las movilizaciones de las feministas con el mismo odio que hablaban contra la movilización del frente sandinista, es casi como querer borrar la participación de las cientos y miles de mujeres que participaron”.

Lo anterior evidencia que al hartazgo político de la ciudadanía pudo más el rechazo a la beligerancia de distintos grupos sociales. Se repitió un patrón cultural donde se construye la idealización de una movilización y de un sujeto prototipo del género masculino, desde el modelo patriarcal (hombre, urbano, estudiante, heterosexual). Pero había en la realidad jóvenes de barrios sin acceso a educación o jóvenes reconocidos como transgresores de leyes pero que en la rebelión de abril estaban del lado de la justicia.

“Son contradicciones con las que tenemos que lidiar y entender para desmitificar lo que pasó, entender que las mujeres, aunque no fuimos las fotografiadas privilegiadas, sí estábamos en la movilización social. Es importante es el papel que jugó Monimbó, a quien se le conoce como aguerrido, heroico, pero poco se habla de que sobrevivió a masacres. Es valioso colocarlo, son tensiones con las que tenemos que enfrentarnos, dialogar, son hallazgos que nos abrazan”, expresa María José.

Daniel Ortega, Rosario Murillo y la violencia simbólica

El texto retrata también la visceralidad de la violencia de Rosario Murillo y de Daniel Ortega, así como la demanda de justicia. A la vez el contexto patriarcal, el contexto racista, el contexto donde se niega o manda a segundo plano la participación de las campesinas y los campesinos, por ejemplo, y se enaltece al sujeto universitario. Para las memorias será importante reconocer a los múltiples sujetos que participaron en este episodio de Nicaragua.

Una de las conclusiones de su trabajo, explica la antropóloga Díaz, es que se movieron algunos ideales culturales. Como ejemplo señala que en los años 70 y 80 en Nicaragua se hablaba de héroes, de madres de héroes y mártires, como ofrenda que éstas podían dar a la patria. Eso se resignificó y las personas que estuvieron en la movilización social pasaron a llamarse ciudadanos asesinados o ciudadanos movilizados, lo cual plantea una madurez como población porque se habla de derechos que se perdieron, de agresiones estatales y por tanto de justicia.

Otra conclusión es la muerte como signo que construye legitimidad. En el discurso del Estado se habla de la muerte de los 80 para decir que a partir de ella tienen la legitimidad de ejercer violencia.

También la utilizan las personas que se movilizaron para decir este discurso sobre nuestros muertos me permite a mí tener la legitimidad para hablar, añade María José Díaz, y es conflictivo a corto y largo plazo porque no podemos creer que existen unas víctimas sobre otras, que existe una muerte más válida que otra, por ejemplo la muerte triste de los universitarios debería ser lamentada como las muertes de campesinos y campesinas. Tendríamos que crear digamos memoria social alrededor de estas otras muertes y no una muerte por otra. La muerte sigue siendo un discurso lamentablemente de grupos sociales antagónicos para explicar o legitimar las acciones que están realizando.

Otra reflexión sobre la muerte es un discurso de la dictadura, que cuando habla de muertes reivindica las muertes de policías recurrentemente, hace alusión a las muertes de los 80 pero también a las muertes de los policías.

“Yo analicé el discurso que han dado Daniel Ortega y Rosario Murillo y es recurrente decir los policías murieron, es importante porque en una Nicaragua futura tendríamos que darle lugar a esos policías, pero murieron como parte de la violencia de Estado, es decir el perpetrador sigue siendo el Estado, la demanda de justicia tiene que reivindicar que el Estado fue responsable de llevar a estos policías y dotarlos de armas y fueron las mismas armas de los policías quienes en gran medida asesinaron a otros policías, entonces el discurso manipulador intenta decir «Pobrecitos ¿verdad?» Y también importante la muerte de los 80” analiza la antropóloga.

El texto “El coraje de la palabra. Nicaragüenses frente a la violencia del Estado” está permitiendo que la Academia Mexicana y ciertos actores mexicanos reconozcan la realidad que se vive en Centroamérica y en Nicaragua en particular, ha contribuido que el contexto se construyó desde un entorno histórico.

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