Dominique Pelicot imponía a los hombres que participaban en los abusos sexuales contra su esposa Gisèle Pelicot, reglas como no usar perfume, calentar las manos para no despertarla y mantenerla en un estado de sumisión inconsciente. Reglas que además de asegurar el control total de su esposa, detalló The New York Times, convertían su casa en un escenario diseñado exclusivamente para sus fantasías perversas.
Pelicot junto a otros 50 hombres han sido acusados por la Fiscalía este 2 de septiembre en Aviñón, una ciudad al sureste de Francia, por participar en violaciones sistemáticas contra Gisèle Pelicot, su esposa de 72 años que durante casi diez años fue drogada con ansiolíticos, dejándola en estado de inconsciencia, siendo ofrecida a desconocidos en su propia casa.
El caso salió a luz pública cuando en septiembre de 2020, un guardia de seguridad en un centro comercial de Carpentras, en el sur de Francia, sorprendió a Dominique Pelicot cuando intentaba filmar por debajo de las faldas a varias mujeres, lo que llevó a la policía a registrar su celular y su computadora – según informa la la agencia de noticias francesa-, encontrando miles de fotografías y vídeos que hombres que parecían violar a Gisèle, lo que provocó una investigación.
El juicio que durará varios meses, busca además de culpar a los violadores de haber cometido 92 actos de violación registrados durante el proceso de instrucción, exponer la monstruosidad oculta detrás de la aparente de un matrimonio «normal» de larga data.
El marido era quien grababa y sacaba fotos de los abusos. El Tribunal de lo Criminal de Vaucluse atendió la denuncia para uno de los juicios más escalofriantes de la historia de ese país, señala el diario argentino Infobae. El principal acusado, de 71 años y padre de los tres hijos procreados con Gisèle, estuvo casado 50 años con ella, y anunciaba en un foro de citas la posibilidad de agredirla sexualmente. Los perfiles del resto de acusados cuyas edades oscilan entre los 26 y los 74 años, son obreros, camioneros, un periodista, un enfermero y un guardia de prisiones.
Estando bajo los efectos de los ansiolíticos, Dominique ofrecía a Gisèle como un objeto a otros hombres, disfrutando del espectáculo de verla ser violada mientras él lo registraba en fotos y vídeos. Sin embrago, Gisèle era ajena a lo que le ocurría, no recuerda nada de lo que le sucedía.
Las consecuencias legales para los acusados son severas. Dominique Pelicot, se enfrenta a una pena de hasta 20 años de prisión por los delitos de violación agravada, drogadicción y abuso sexual. Los otros 50 hombres, que alegan en su mayoría haber pensado que la mujer se hacía la dormida o tenía el consentimiento del marido, también enfrentan penas similares. Sin embargo, el juicio se centra en dilucidar el grado de responsabilidad de cada uno, especialmente cuando los vídeos, según las filtraciones, dejan pocas dudas sobre la falta de consentimiento de Gisèle.
Dominique había archivado cuidadosamente archivos con fechas, nombres o apodos, y títulos pornográficos, convirtiendo su hogar en una prisión de la que Giséle no tenía conocimiento. “Me da asco, me siento sucia, mancillada, traicionada. Es un tsunami, es como si me hubiera atropellado un tren de alta velocidad”, contó la mujer a la agencia AFP.
Personalidad perversa
Un informe reveló que la desviación sexual del hombre, descrita por los psicólogos es como una “personalidad perversa”, lo que le llevó a buscar la gratificación en la sumisión total de la esposa, un placer oscuro en observar cómo otros hombres la tocaban y la violaban.
En la sala del tribunal, a la que Gisèle llegó acompañada de sus hijos, ahora consciente de lo que le sucedió, se enfrenta no solo a su esposo, sino a todos aquellos que participaron en su horror. Pese a que las leyes francesas le permitían un juicio a puerta cerrada, la víctima insistió en que todas las audiencias fueran públicas, explicó Antoine Camus, uno de sus abogados a la cadena CBS News.
Parte de las secuelas sexuales y psicológicas son enfermedades de transmisión sexual y estrés postraumático con pensamientos suicidas son apenas la superficie de un trauma más profundo y enraizado son algunas de las secuelas que sufre Gisèle, que no recordaba nada de los abusos, y ha tenido que enfrentarse a la realidad de su pesadilla al ver las pruebas presentadas en el juicio: videos y fotografías que documentan cada violación.
En su declaración Giséle dijo que espera que su testimonio ayude a evitar que otras mujeres pasen odiseas similares y apuntó que pidió que fuese una audiencia pública en solidaridad con otras mujeres que no son reconocidas como víctimas de delitos sexuales.
Con información de Infobae y El País