Por Ana M. Vijil
Migración, noticias falsas y desinformación: lo que nos afecta

Recientemente participé en una charla magistral del Congreso FOM@Play: Migración, identidad y discursos transnacionales, espacio académico dedicado a explorar las narrativas sobre movilidad entre ciudadanos de la Unión Europea. Varias nicas exiliadas nos organizamos para escuchar la ponencia “The role of inference in fake news about migration: a sociopragmatic analysis” (El papel de la inferencia en las noticias falsas sobre migración: un análisis sociopragmático), a cargo de la académica Laura Alba Juez.

Hoy en día las noticias falsas están por todas partes. Antes también existían, pero con el desarrollo de las redes sociales y las herramientas de inteligencia artificial, su propagación se ha disparado. Muchas veces no son mentiras descaradas, sino medias verdades o relatos acomodados que nos conducen a conclusiones equivocadas, erróneas o falsas, sin darnos ni siquiera cuenta.

La desinformación, mala información y las noticias falsas circulan rapidísimo en redes gracias a los algoritmos que nos entregan los contenidos que más pueden interesarnos y engancharnos, que hablan de lo que queremos escuchar, aunque no necesariamente sean veraces. Pero, no solamente las redes padecen ese problema, sino también medios de comunicación que han disfrutado de credibilidad. Como resultado, se alimentan prejuicios, divisiones, fragmentación social, animadversión y odio, que afecta directamente nuestra capacidad de convivencia como sociedad humana. Identificar cómo funciona la desinformación, la mala información y las noticias falsas es fundamental para no ser engañados.

Escuchar a la académica especialista Laura Alba, desglosando paso a paso el proceso de creación de ideas basadas en información falsa, en particular en torno a los migrantes y las migraciones, fue esclarecedor. Ella adjudica un rol relevante a la persona receptora de la información. Según Alba Juez y otros investigadores, las noticias falsas no siempre son mentiras directas o abiertas, sino que son insinuaciones que ”activan inferencias”, es decir, estimulan asociaciones de ideas que completamos según nuestro contexto, experiencias de vida, concepciones, valores y prejuicios.

Así, terminamos construyendo significados sesgados sin darnos cuenta. Si se relaciona, por ejemplo, “migración” con “desempleo” o “migración” con “violencia”, en un contexto en el que las personas perciben o experimentan más dificultades para conseguir trabajo o mayor inseguridad, la inferencia inmediata es que los migrantes quitan empleos o son culpables de la violencia. Aunque no haya estadísticas que lo respalden, las medias verdades y los prejuicios hacen que esa percepción se instale como “realidad”.Así sucede con la narrativa sobre la migración nicaragüense en diversos países.

En Estados Unidos, los migrantes centroamericanos suelen ser vinculados en el discurso político público con delincuencia, maras, violencia o carga social. En Costa Rica, en algunos sectores de la sociedad, se ha instalado la percepción de que la migración nicaragüense es culpable de la saturación de los servicios públicos, del desplazamiento de los trabajadores locales y de la violencia criminal. Son inferencias que no se apoyan en datos, pero que, apoyadas en los prejuicios, logran moldear la percepción social.En otro tipo de circunstancias o temas, también se valida este tipo de estudios e investigaciones.

En Nicaragua, el régimen Ortega-Murillo ha repetido miles de veces, desde el 2018, que la oposición es financiada y dirigida por Estados Unidos. Esta falsa afirmación ha resultado una “verdad” aceptada incluso por opositores que creen que la “élite” opositora recibe dinero con el que “se da la gran vida”. Y aunque se carezca de evidencias, se ha construido una inferencia a partir de medias verdades y suspicacias. Las inferencias o asociación de ideas estimuladas por noticias falsas, mala información o desinformación, en torno a la oposición política nicaragüense, redunda en la creación de brechas de comunicación, divisionismo y fragmentación, alimenta el discurso desesperanzador y derrotista. La narrativa del régimen pretende precisamente eso.

O el efecto de las noticias falsas en la ya establecida polarización feroz entre sandinismo y antisandinismo, incluso más aguda que antes de mi paso por la cárcel. Se manipulan matices y medias verdades para que se infiera, sin decirlo abiertamente, que todo lo que huele a sandinista, incluidos opositores disidentes que han sufrido exilio, cárcel o incluso la muerte, es corrupto o indigno. El discurso construye la conclusión sin necesidad de demostrarla: basta con que el lector complete la inferencia. Si fuiste sandinista en los 80, “fuiste piñatero”. Si participaste en el gobierno en esa época, “cometiste crímenes o al menos lo sabías y te callaste”. Allí, la teoría expuesta por Alba Juez se convierte en una herramienta poderosa para descifrar y resistir estas manipulaciones.

El tiempo de circulación amplia y rápida de noticias falsas, mala información, información parcial o desinformación, nos llama a estar alertas sobre cómo procesamos lo que escuchamos, a tomarnos el tiempo de verificar lo que nos llega como información, de consultar diversas fuentes, de tener consciencia de estar en redes manipuladas por un algoritmo que fortalece la polarización social y los extremos.

En definitiva, la investigación de Alba Juez me ha recordado lo imprescindible que es educar nuestra mirada ante la información: salir del bucle algorítmico que refuerza nuestras creencias, romper la burbuja digital que nos encierra en una sola versión de la realidad y abrirnos a una lectura crítica que cuestione lo que “se da por entendido”. Solo así podremos construir una sociedad más empática y tender los puentes que necesitamos para salir de una dictadura criminal, como la que oprime Nicaragua, construyendo un país en el que todos y todas quepamos.

Mi compromiso, reforzado después de escuchar a Alba Juez, es intentar ver al otro y a la otra sin prejuicios, reconociendo nuestra dignidad compartida. No es fácil, pero sí es mi anhelo, y lo dejo por escrito para recordármelo.