Redacción AP

Una mujer de tes blanca, gordita, pelo negro, usando sandalias, pantalón jeans y camiseta, entra al templo, se sienta y posteriormente saca de su cartera un teléfono. 

El hecho ocurre en la iglesia de San Antonio de Monte Tabor en la carretera sur de Managua, justamente en el municipio de El Crucero. En plena homilía, saca el teléfono nuevamente e inicia a grabar, “señora, ¿porqué graba?” le pregunta un feligrés, “es para una señora que está en mi casa enferma y le gusta escuchar la homilía”, contesta gruñona la mujer.

El hecho es parte del asedio constante al que es sometida la iglesia católica en Nicaragua, una práctica recurrente tras el estallido de la crisis social y política en el país centroamericano.

“La práctica de vigilar y grabar incrementó en este 2022, vivimos en zozobra, pero estamos para acompañar a la gente en sus necesidades”, cuentan religiosas de la arquidiócesis de Managua que prestan su servicio como educadoras en un colegio del Distrito VI de la capital.

Las organizaciones de la sociedad civil y el secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro se pronunciaron en contra del asalto a la capilla Niño Jesús de Praga en el municipio de Sébaco.

En la red social Twitter, Luis Almagro condenó el atropello. “Violencia en Sébaco, Matagalpa, urgimos al régimen en Nicaragua a cesar embates contra libertad religiosa, libertad de expresión y respetar la vida e integridad de los nicaragüenses”.

Mientras tanto el espacio plural de diálogo y confluencia para actuar conjunta y coordinadamente entre actores nicaragüenses, dijo en un comunicado que “es el momento en que la comunidad internacional debe auto convocarse y tomar medidas que en realidad pongan un alto a semejante barbarie en nuestro país. El clamor esta noche es “Pueblos del mundo no nos dejen solos”. El silencio y la inacción nos vuelve cómplices”.

La dictadura en Nicaragua inició una persecución indiscriminada contra toda persona y grupo que se oponga a la cubanización al que pretenden someter al país. El informe: ¿iglesia perseguida? Documenta que en 2021 se registraron otros 35 ataques, entre profanaciones y robos de iglesias, así como insultos de Daniel Ortega contra obispos y sacerdotes católicos.

En una de las iglesias de Somoto, en el departamento de Madriz, al norte de Nicaragua se repite la escena de la parroquia de Monte Tabor en Managua, la diferencia es que quien graba la homilía que el cura brinda a un grupo de señoras que se reúnen en el templo, es un hombre, lo identifican por el estilo de botas militares que usa. “Esto ya lo vivimos, en los años ochenta esto era feo, no merecemos seguir con ese modelo comunista, mucho daño hace a la gente”, dice doña “Mariana” una feligresa que desde muy joven participa en diferentes grupos eclesiales.

Un analista nicaragüense consultado por Agenda Propia y que por seguridad pide que se proteja su identidad, dice que el régimen “está probando hasta dónde puede llegar con la iglesia. Va subiendo el tono y las acciones para saber hasta dónde aguanta la Iglesia, y si sienten que no hay mayores consecuencias pronto estaríamos viendo a obispos o sacerdotes presos o desterrados”.

A agosto 2022, Leonardo Urbina, párroco de la iglesia del Perpetuo Socorro y Manuel Salvador García, párroco en Nandaime, son los curas presos políticos de la dictadura Ortega-Murillo. Mientras que en Sébaco el ambiente sigue tenso, en la localidad que se encuentra militarizada “hay muchos antimotines dentro de la capilla, fuera y en el colegio” ha denunciado Uriel Vallejos.