En esta nueva edición de Agenda Propia Nicaragua, la atención se centró en uno de los fenómenos geopolíticos más significativos para la región en las últimas décadas: la creciente influencia de China en Centroamérica. Un tema complejo, plagado de promesas de desarrollo, cooperación económica y proyectos de infraestructura, pero también de dudas, intereses geopolíticos ocultos y consecuencias poco discutidas.

El programa se adentró en el debate sobre si la relación entre Centroamérica y China representa una verdadera oportunidad para el desarrollo o, por el contrario, una nueva forma de dependencia externa. La voz experta fue la de César Eduardo Santos, investigador de Expediente Abierto, quien ofreció una mirada aguda y documentada sobre los intereses de China en la región.

Santos no se limitó a los discursos oficiales. Con datos y ejemplos, desmontó la narrativa de una cooperación desinteresada y resaltó cómo el gigante asiático ha instrumentado su ayuda económica —especialmente la cooperación no reembolsable— para ganar influencia diplomática, particularmente debilitando el reconocimiento de Taiwán. La estrategia no es nueva, pero ha ganado impulso desde la llegada de Xi Jinping al poder, con una política exterior que busca consolidar a China como potencia global, incluso en los rincones más estratégicos del sur global.

Costa Rica, Panamá y El Salvador son casos emblemáticos. La construcción del Estadio Nacional de Costa Rica fue uno de los primeros grandes gestos de la llamada “diplomacia de los estadios”, una muestra de poder blando que facilitó el cambio de reconocimiento diplomático de Taiwán a China. En Panamá y El Salvador, la historia se repite: inversiones, promesas de desarrollo e infraestructuras que, muchas veces, no se concretan del todo.

“Los países centroamericanos no deben imponer sus ideas, pero tampoco deben aceptar sin cuestionar una cooperación que viene con condiciones”, advirtió Santos. Entre esas condiciones está el no reconocimiento de Taiwán, un punto no negociable para China y que se ha convertido en una línea divisoria en la política exterior de la región.

El investigador también hizo hincapié en un punto sensible: la deuda. Nicaragua, por ejemplo, ha acumulado una deuda significativa con China, lo que despierta temores sobre las consecuencias económicas y de soberanía. El caso de Sri Lanka, que cedió un puerto estratégico al no poder pagar su deuda con China, se presenta como una advertencia. También se citan los ejemplos de Venezuela y Ecuador, que terminaron entregando recursos naturales para saldar compromisos financieros.

Todo esto ocurre en un contexto donde el gobierno nicaragüense afirma promover un modelo de equidad de género, mientras la realidad muestra un escenario marcado por la violencia y la represión de los derechos de las mujeres. En esa contradicción entre discurso y hechos, se enmarca también la discusión sobre China: una potencia que promete desarrollo pero que llega con sus propias reglas y exigencias.

Nos queda una pregunta sin respuesta definitiva, pero más urgente que nunca: ¿es la influencia china en Centroamérica una ilusión de desarrollo o una desilusión disfrazada de cooperación?