En la Nicaragua de hoy, donde la represión política y la persecución marcan la vida cotidiana de muchas personas, la solidaridad se ha convertido en algo más que un valor: es un acto de resistencia. Así lo dejó claro la más reciente edición del programa Agenda Propia Nicaragua, transmitida el miércoles 9 de abril, que puso en el centro del debate una palabra poderosa y transformadora: solidaridad.
La entrevista abrió con una reflexión sobre cómo este principio humano -a menudo relegado al discurso emotivo- puede cambiar vidas, sostener comunidades y, en momentos de adversidad, convertirse en el único refugio real ante la injusticia. Ana Margarita Vijil, excarcelada política, desnacionalizada por la dictadura Ortega-Murillo, integrante de la Unión Democrática Renovadora (UNAMOS), y reconocida dentro de la resistencia nicaragüense, compartió su experiencia personal del poder de la solidaridad como herramienta para sobrevivir y reconstruirse en medio del dolor.
Durante el programa, se abordó sin rodeos la contradicción entre el discurso oficial del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y la dura realidad que enfrentan las mujeres en el país. Aunque se habla de equidad, las voces disidentes -especialmente las de las mujeres- siguen siendo criminalizadas. Frente a este escenario, la solidaridad aparece no solo como apoyo, sino como una forma de hacer justicia.
Los testimonios dieron cuenta de cómo los gestos solidarios -desde una llamada en un momento difícil hasta el acompañamiento en el exilio- han sido esenciales para quienes enfrentan persecución, duelo o marginación. “La solidaridad nos transforma a todas”, dijo Vijil, subrayando que el simple acto de acompañar puede devolverle a una persona la fuerza que el sistema intenta arrebatarle.
Pero no se trata solo de emociones. En esta emisión también se discutió la necesidad de una solidaridad estructural, que se traduzca en políticas públicas reales: incentivos fiscales para contratar a personas con discapacidad, medidas efectivas para erradicar la violencia de género y apoyo estatal a las víctimas de crímenes de lesa humanidad, especialmente cuando han sido cometidos por agentes del propio Estado.
El programa hizo un llamado a reconocer que la solidaridad va más allá de la compasión: implica acción, empatía, y compromiso. En una sociedad atravesada por la represión y la desigualdad, quienes practican la solidaridad construyen comunidad, aunque estén lejos unos de otros. Incluso en el exilio, la gente de Nicaragua ha tejido redes de apoyo que permiten seguir resistiendo.
La entrevista cerró con un mensaje claro: la solidaridad no es solo un gesto, es una forma de vida. Y en contextos como el nicaragüense, donde tantas personas han perdido tanto, es también una forma de justicia. Porque en tiempos oscuros, cuando parece que todo se desmorona, es la solidaridad lo que sostiene. Es la que permite que, a pesar de todo, se siga luchando por una Nicaragua más libre, más justa y más humana.