Hablar de las centroamericanas en el exilio resulta complejo. Sobreviven en medio de crisis políticas, económicas, sociales, discriminación de género y de graves alteraciones a su salud emocional. Además, no hacen un simple cambio de país, realizan una ruptura profunda que las obliga a confrontar la pregunta fundamental de su existencia: «¿Quién soy ahora?».

La investigación «Cartas de desamor y de dignidad» de Agenda Propia Nicaragua, busca rescatar las vivencias de las centroamericanas exiliadas, donde el dolor de la desilusión («desamor») que da paso a «un duelo», se transforma en la grandeza y el amor propio que define la «dignidad».

El fin de la investigación es «aportar a la memoria colectiva y rescatar las historias de las exiliadas» para contribuir a la denuncia internacional. La «resistencia es la lengua común en Centroamérica” afirma el estudio, pero es precisamente por resistir que muchas han sido obligadas al exilio. De esta forma, el exilio se resignifica: «no es derrota, es la prueba de que resistimos, de que seguimos de pie».

El fin de la investigación es «aportar a la memoria colectiva y rescatar las historias de las exiliadas» para contribuir a la denuncia internacional.

La psicóloga nicaragüense, Georgina Molina, subraya la naturaleza devastadora de este proceso en las mujeres, explica que el exilio produce duelos, dolores, incluso algunos silencios.

Cambios políticos en la región

En los años 90 América Latina dio un giro hacia la democracia, casi treinta años después comenzó a replegarse. El deterioro sistemático de las instituciones democráticas y menor apoyo a la democracia por poblaciones insatisfechas por la gestión de los gobiernos, pueden ser los orígenes.

Según el Latinobarómetro, se percibe una progresiva indiferencia del tipo de régimen político que impera, hay simpatía por los gobiernos «eficaces», malestar con los partidos políticos y el desempeño gubernamental. Cada vez menos personas perciben la democracia como la mejor forma de gobierno, lo que deja a la región endeble frente a regímenes no democráticos.

El cambio en las reglas electorales y la corrupción parecieran explicar tal situación. El desvío de recursos no genera prosperidad; y cuando la corrupción se combina con la delincuencia, es devastadora.

De acuerdo con el Diálogo Interamericano, algunos analistas señalan otras tendencias autoritarias en Centroamérica.

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El exilio centroamericano

Según datos del ACNUR, en el continente americano hay 21,8 millones de personas en situación de refugio, desplazamiento forzado o apatridia. Además, en torno a 302.000 personas han atravesado rutas peligrosas como el Darién. Este panorama exige esfuerzos individuales coordinados por parte de los Estados, así como mecanismos de acción regional para enfrentar el desafío del desplazamiento forzado, detalla el Reporte de Medio Año del Marco Integral Regional para la Protección y Soluciones elaborado por la Oficina Regional del ACNUR para las Américas y Departamento de Acceso a Derechos, Secretaría para el Fortalecimiento de la Democracia de la OEA.

Según datos del ACNUR, en el continente americano hay 21,8 millones de personas en situación de refugio, desplazamiento forzado o apatridia.

Las hondureñas representan el 48% del flujo migratorio total. Se estima que 48,000 habrán sido retornadas o deportadas en 2025, enfrentando riesgos de violencia al volver. En Honduras el 70% de la población vive en pobreza.

Mientras que, en El Salvador, el 52% de las solicitudes de asilo en el exterior son presentadas por mujeres, principalmente para proteger a sus hijos de estructuras criminales. A mediados de 2025, había 136,774 solicitantes de asilo de personas salvadoreñas en el mundo.

Por otro lado, Guatemala, reconocida como un corredor de paso, atraviesa una transformación en sus dinámicas de movilidad humana. Lo que antes era un punto de origen y tránsito se ha convertido en un destino de protección: el país cerró en 2024 con 1,878 solicitudes de refugio, una cifra que casi cuadruplica las 494 registradas en 2019.

La tendencia no se detiene. Según datos oficiales, en el primer semestre de 2025 ya se contabilizan 804 nuevas solicitudes y se han otorgado 221 reconocimientos de estatuto de refugiado. Actualmente, el sistema guatemalteco de protección brinda albergue a 1,586 personas, quienes huyen principalmente de las crisis en Honduras, El Salvador, Nicaragua y Venezuela.

El país chapín registra un aumento del 15% en la migración de mujeres indígenas hacia el norte y Europa, huyendo de la violencia patrimonial y falta de tierras.

Nicaragua es el país con mayor índice de exiliadas por causas políticas. El flujo está marcado por la persecución del régimen de Daniel Ortega y de Rosario Murillo. El 60% de las nicaragüenses en España, por ejemplo, solicitan protección citando persecución estatal.

Las mujeres en el exilio batallan por su supervivencia. La denuncia de la violencia misógina y la lucha ante la persecución que continúa en Nicaragua y afecta a sus familias. Al menos 72 femicidios – asesinatos por razones de género- de mujeres y niñas han registrado diversos observatorios, de los cuales 21 ocurrieron en el extranjero. Esto evidencia que el exilio no las exime de la violencia machista. Ante la falta de datos oficiales, el Observatorio Voces monitorea la violencia contra las mujeres en Nicaragua.

Las indígenas del Caribe nicaragüense en el exilio también enfrentan la falta de recursos económicos, la barrera del idioma y la baja escolarización, tras huir de la invasión de sus tierras.

Pese a la represión, las nicaragüenses en el exilio – Costa Rica – participan en redes de apoyo y movilizaciones vinculadas a sus demandas inmediatas, justicia y libertad de las presas políticas. Las mujeres se han visto forzadas al exilio por la prohibición de manifestarse y la persecución del régimen Ortega-Murillo.

En los últimos siete años se registran 730 violaciones a los derechos humanos de mujeres periodistas, que incluyen violencia sexual y campañas de desprestigio. El estudio “Voces de las mujeres periodistas en el exilio” producido por Las Comadres, una iniciativa periodística de Agenda Propia, La Lupa y Radio Vos, documenta lo que pasa en la vida de las periodistas a partir de la persecución y criminalización de la libertad de prensa en Nicaragua. En los informes regulares no aparece información de este tipo.

Las Comadres identificaron a 80 periodistas exiliadas y compartieron los testimonios de 40. Confirman que la desigualdad de género complica la situación de las periodistas exiliadas, un número significativo tienen hijas e hijos bajo su responsabilidad; y muchas enfrentan dificultades para regularizar su situación migratoria.

Asimismo, reconocen nuevos impactos que generan las dificultades económicas, como la falta de acceso a la seguridad social y la atención médica, y la imposibilidad de acumular pensión de retiro, lo que lleva a algunas a abandonar la profesión.

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Desarraigo e identidad

En la voz de una estudiante nicaragüense exiliada, cuyo testimonio concedió para la investigación que hemos realizado en Agenda Propia Nicaragua, se palpa el esfuerzo por «pegar los pedazos de mi vida a este nuevo cuadro». Confiesa que, a pesar de prepararse para una entrevista de trabajo, la pregunta «¿quién eres?» la dejó inquieta, no encontró una respuesta clara ni siquiera en su lengua, lo cual la lleva a vivir con la condición de ajena, que le acompaña desde que salió de Nicaragua. Para la sicóloga Molina, la pregunta no es trivial, «está tocando el núcleo de su identidad», parte vital su existencia.

El desarraigo emocional también reconfigura el futuro. La estudiante nunca se había planteado la maternidad, pero ahora condiciona su deseo: «ni se me ocurre ser madre sin hablar muy bien este idioma». Esto lo interpreta Molina como una «decisión legítima». Aunque su mayor anhelo ahora es «tener una casa propia para mi madre, quien también tuvo que dejar la suya».

Migrar de El Salvador para sobrevivir y salvaguardar el ser

Las salvadoreñas en el exilio son diversas: Profesionales, activistas de derechos humanos y quienes huyen de la violencia o la persecución, forzadas a dejar el país por razones políticas, de género (penalización del aborto) o la inseguridad. Crean redes de apoyo para denunciar abusos, continúan desde el extranjero y buscan justicia, enfrentando desafíos como la soledad y la precariedad mientras se convierten en voces clave para visibilizar la crisis en su país.

El gobierno de Bukele ha consolidado el apoyo mermando la delincuencia y aumentando la seguridad mediante una política dura contra las pandillas. Esto fue aprobado por la Asamblea Nacional (AÑO), se han suspendido garantías procesales y derechos constitucionales desde el 27 de marzo de 2022. A octubre de 2025, el órgano legislativo, aprobó la prórroga número 44 del régimen de excepción.

Organizaciones de derechos humanos acusan al gobierno de no garantizar las libertades y derechos humanos en la implementación de su política de seguridad. Existe mucho temor en que los mismos métodos puedan ser utilizados para reprimir las voces críticas. Además, Bukele, quien tiene un control absoluto del Estado, modificó las normas para su reelección.

No obstante, Latinobarómetro de 2024, un estudio de opinión pública que se realiza anualmente en 18 países de América Latina, representando a más de 600 millones de habitantes, indica que El Salvador es el país que ve mayor progreso, 72% cree que su país está progresando; y un 47% dice que la distribución de la riqueza es justa. Sin embargo, la violencia en las calles según Latinobarómetro es percibida solo por el 17% de la población (en 2024).

El asilo marcó mi vida

Brittany, una mujer trans de 37 años originaria de El Salvador, ilustra el exilio como decisión marcada por la supervivencia: «el asilo marcó mi vida». Está asilada en Estados Unidos, donde buscó refugio de la «violencia extrema que vivía por el simple hecho de ser una mujer trans».

La falta de una ley de identidad de género que garantice sus derechos y el alto riesgo que representa la violencia estatal son sus razones del exilio. Brittany relata que el país es «altamente violento para las personas trans» y que en el estado de excepción la policía nacional civil tiene las vidas de ellas en sus manos». Con profundo temor, señala que «uno de los principales agresores del asesinato de Camila Díaz Córdoba, una mujer trans en El Salvador fue un oficial, fueron oficiales de la Policía Nacional Civil». Justifica su migración en la necesidad de crear su proyecto de vida.

La psicóloga Molina enfatiza que, en casos como el de Brittany, migrar no es solo cambiar de país, sino «salvaguardar tu identidad». Existe «un quiebre entre sobrevivir en el país de origen y el anhelo de llegar a ese país de acogida», que, a pesar de las condiciones inicialmente desfavorables, garantizará «libertades, derecho y la propia vida». Por esta razón, el término «movimiento migratorio queda corto para describir lo que es moverte en esas condiciones de exilio y asilo”.

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La resistencia como lengua común y el alto riesgo de la solitude

Sin embargo, el costo psicológico es inmenso. Molina establece una distinción vital: el exiliado no solo experimenta la soledad, sino a menudo la «solitude, que es muy diferente a la soledad».

La soledad es «el mayor riesgo que hay a nivel emocional», ya que la «solitude puede llegar a ser condiciones de riesgo para tu vida y salud física y mental». La reconstrucción de redes es complicada porque la identidad personal está fragmentada: «hacer amistades con una identidad que se está reconstruyendo es complicado, porque a veces ni vos misma tenés certeza de quién querés ser amigo y de quién no».

Seguimos viviendo con memoria

Las historias de estas mujeres nos obligan a reflexionar del verdadero precio de la opresión. No es solo la pérdida de un techo; es la lucha por el derecho fundamental a existir y a soñar.

La dignidad que defienden es la prueba que, aunque una dictadura les haya arrebatado su casa, sus calles y su voz, no pudo arrebatarles la dignidad, porque aunque las dejaron con miedo, «seguimos viviendo con memoria».

Molina recuerda que, a pesar de las condiciones de desamor que pueden experimentar las exiliadas, logran conectar «con esa fortaleza, ese amor propio, esa capacidad de encontrar agua en el desierto, de crear magia interior y de seguir para adelante». Es vital que reconozcamos y amplifiquemos los duelos, asegurando que la lucha por la libertad y la vida, que se lleva a cabo «desde lejos», sea vista no como la más alta expresión de la perseverancia humana.

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