Redacción AP
Las defensoras en Mesoamérica se han organizado “en diversas luchas y movimientos sociales, levantando diversas banderas en todos los países, en lucha por la democracia, la justicia y la protección a la madre tierra, el eje central es la defensa y el avance de las luchas feministas y de los derechos de las mujeres”, dijo Lydia Alpízar, co-coordinadora de la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras (IMD), en Agenda Propia el pasado 3 de septiembre.
Agregó Alpízar, que si bien hay rebeldía y resistencia de las defensoras que tratan de transformar la realidad de sus países, “esa lucha es atajada o impedida en muchos casos, aunque no nos detienen porque está inspirada en la fuerza y la garra de mujeres increíbles”. Explicó que les intenta detener “un sistema que avanza en agendas patriarcales, depredadoras de la madre tierra, que promueve el autoritarismo, el retroceso de los pasos que las mujeres han dado en la construcción de las democracias, y da pie a las fuerzas fundamentalistas religiosas, agendas corporativas y la fuerte militarización en la región”.
Por su parte, Consuelo Mora, comunicadora regional de la IMD, dijo que unas 2,700 mujeres se reconocen como defensoras de derechos humanos, y son parte de la Iniciativa, aun cuando hay mujeres que desarrollan la defensoría sin identificarse. “Es difícil decir cuántas defensoras hay en la región porque somos miles las que estamos haciendo trabajo a distintos niveles” añadió Lydia.
En Mesoamérica hay un fuerte incremento de agresiones contra las defensoras. Estos ataques provienen mayoritariamente de agentes del Estado, como la policía y el ejército de los diferentes países. Asimismo se producen de parte de agentes no estatales.
El COVID 19 ha profundizado la precariedad
La pandemia del coronavirus ha profundizado la precariedad de la vida en muchas comunidades de Mesoamérica, y como parte de esas comunidades, la precariedad de la vida de las defensoras.
Un total de 27 defensoras fueron asesinadas en México y toda Centroamérica en medio de la pandemia, dos en El Salvador, cinco en Guatemala, ocho en Honduras, nueve en México, y una en Nicaragua.
En respuesta a la pandemia se ha compartido cómo las redes ayudan a sostener la vida y la lucha de las defensoras, como las que vienen de prácticas ancestrales indígenas que han recuperado conocimientos medicinales en la zona garífuna en Honduras, en distintos territorios de México y Guatemala, donde no ha llegado el Estado, y dar alternativas para prevención de las infecciones.
Cómo las defensoras enfrentan la violencia
En Latinoamérica se registra la muerte de una mujer por femicidio cada dos horas, explicó Consuelo Mora, siendo la región un lugar donde se hace súper peligroso defender derechos humanos.
Hay distintos tipos de violencia que viven las defensoras. Además de la violencia de género, enfrentan violencia por defender derechos, afirmó la co-coordinadora de la IMD, quien también manifestó que “hay matices diversos del tipo de violencia que enfrentan, por ejemplo, cuando una mujer es detenida arbitrariamente es común que haya violencia sexual; en Nicaragua hay muchos ejemplos de tortura sexual de compañeras que han sido detenidas, también en hombres y personas trans, como parte de la represión del régimen Ortega-Murillo”.
Las agresiones también se dan en las campañas de difamación que enfrentan en redes sociales y medios tradicionales, cuando se refieren a su sexualidad, su maternidad, su moral sexual, para atacarlas y descalificar su labor. Consuelo Mora profundizó en que los tipos de violencia que enfrentan las defensoras se entrecruzan. Viven violencia de parte de los Estados o de las corporaciones, también violencia intrafamiliar, en sus organizaciones, en sus comunidades. La violencia se agudiza cuando una mujer defiende derechos.
Muchas veces las acciones para protección no consideran que la violencia contra las defensoras no incluye la dimensión privada y que el nivel de riesgo es mayor en el ámbito privado que en el público, “y que cuando hacemos un trabajo de protección tenemos que mirar a las defensoras como todos los seres humanas que son, en todas sus dimensiones” señala Lydia.
No considerar la violencia familiar o comunitaria, que tal vez no sea las más evidentes como el ataque de una transnacional o de un político, hacen que el nivel de riesgo sea mayor. Por ello para la IMD la protección integral es entender que las defensoras tienen diversas dimensiones en sus vidas, y que en todas puede haber un potencial riesgo.
El acceso a la justicia para las defensoras es mínimo. Si en la región prevalece la impunidad, el índice de justicia para las defensoras es muy pequeño. El fallo positivo en el juicio contra uno de los autores intelectuales del asesinato de la defensora Berta Cáceres, de Honduras, del que se aguarda aun la sentencia, es un caso emblemático porque es inusual, como una excepción, reflexiona Lydia Alpízar.
Las redes salvan
Un seguidor de Agenda Propia preguntó a las invitadas de la IMD cómo sobreviven las defensoras en un contexto de crisis económica y de exclusión. Lydia Alpízar respondió: Las redes salvan, apelando a un dicho que viene desde cuando iniciaban la IMD, el cual viene desde una experiencia feminista de construcción en colectivo, de solidaridad y alianza entre mujeres, donde aunque cada una está en lo suyo, poder juntarse las unas con las otras es importante.
Consuelo presentó algunos resultados de un mapeo que la IMD realizó en el año 2020 acerca de cómo las defensoras estaban viviendo la crisis socioeconómica y la pandemia. El 58% no tiene sus necesidades básicas satisfechas, tampoco acceso a salud y muchas no tienen acceso al agua. En Honduras el 54% no tiene cuentan con agua. La mayoría ha tenido que asumir además de su trabajo de defensa de derechos y sus labores económicas, tareas de cuido que los defensores en muchos casos no se apropian. El 66% explicó que se enfrentan a más restricciones y autoritarismo, y sienten que el riesgo de defender derechos ha ido en aumento.
En el marco de la crisis han compartido las alternativas que han construido en sus territorios, lo cual fortalece el tejido de solidaridad, complicidad y cuidado; y en simultáneo, las formas en que las comunidades se han organizado, como las ollas populares u otras formas de solidaridad alimentaria. También las redes han servido para compartir información.
Estamos organizadas, en redes, y contamos las unas con las otras, concluyó Lydia Alpízar.