En una denuncia directa y profundamente humana, Braulio Abarca, defensor de derechos humanos del Colectivo de Derechos Humanos «Nicaragua Nunca Más», lanzó una alarma sobre la creciente crisis de la niñez migrante en Centroamérica. «Desde la crisis socio-política de abril 2018, ha habido un aumento del desplazamiento forzado por la represión de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, y eso el tema de niñez, pero también de mujeres, principales poblaciones vulnerables… UNICEF y la OIM determina que la niñez no acompañada o niñez dentro de núcleos familiares que tienen que desplazarse hacia otros países sobretodo hacia Estados Unidos, va en aumento», manifiesta.
Abarca explica que de acuerdo al Informe regional sobre derechos de niñas, niñas, niños y adolescentes y jóvenes en situación de movilidad humana en Guatemala, El Salvador, Honduras y México realizado en 2021 por ocho organizaciones entre ella COIPRODEN, en México hay aproximadamente 85 mil niños y niñas y adolescentes retenidos entre 2018 y 2022. «Y esta cifra solamente habla de Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua. Estos cuatro países representan 85 mil niños, niñas y adolescentes ya sean no acompañadas o con sus familias. Es una cifra alta, tomando en cuenta que la niñez es una población que debe ser protegida no solamente por los países de origen sino también por la comunidad internacional debido al principio universal del interés superior del niño y la niña», apunta.
La pobreza crónica, la desigualdad estructural y la represión política empujan a miles de niños y adolescentes a abandonar sus países en condiciones extremadamente precarias. “El Estado dice tener un modelo de equidad de género, pero en la práctica los derechos de las mujeres están siendo violados y los niños están totalmente desprotegidos”, afirma el defensor.
Riesgos que enfrenta la niñez migrante
Desde 2018, el desplazamiento forzado ha ido en aumento, afectando principalmente a las poblaciones más vulnerables: mujeres, indígenas, personas LGBTIQ+ y, en particular, a la niñez. Abarca señala que el fenómeno migratorio en Nicaragua está intrínsecamente ligado a la persecución política. “Estamos viendo familias enteras migrar por miedo, por necesidad, por sobrevivencia”, sostiene. El defensor remarca que la situación no es exclusiva de su país, sino parte de una crisis regional extendida por todo el corredor centroamericano.
La niñez migrante está expuesta a riesgos de trayecto que son aquellos que pueden suceder desde el punto de salida hacia el punto de llegada o país de destino. Pueden ser objeto de robo, violencia física, sexual, psicológica, violencia institucional o estar expuestas y expuestos a la prostitución infantil o la utilización de la niñez para el comercio del narcotráfico, la mendicidad. El integrante del Colectivo de Derechos Humanos «Nicaragua Nunca Más», agrega que hay niñez secuestrada principalmente aquellas que están en situación de abandono o no acompañada para reubicarles en otras familias, es decir, la venta ilegal o trata de personas. «Y en el país de destino se enfrentan a condiciones de vulnerabilidad por no contar con certificados de estudios en Estados Unidos, que les permita acceso a un trabajo, a la seguridad social o vivienda, albergue es muy difícil, son dificultades para el acceso a las condiciones básicas», ahonda.
Otro riesgo, menciona el entrevistado, que atraviesa la niñez migrante, es la cultura, hablar el idioma como es el caso de hablar inglés en Estados Unidos, o «incluso de la niñez migrante indígena que su primera lengua no es el español, no es el castellano sino que es el miskito, el creole, el mayagna que probablemente tengan mayor dificultades, y finalmente, en el caso de la niñez perteneciente a la comunidad LGTBIQ+ se aumenta el riego», expone.
Uno de los temas más alarmantes abordados es la migración de niños no acompañados, fenómeno que se ha agudizado en caravanas desde países como Guatemala, Honduras y El Salvador. Abarca diferencia entre menores que viajan con parte de su familia y los que están completamente solos, subrayando la urgencia de políticas que protejan a estos niños. “La niñez migrante no puede seguir siendo invisible ante los sistemas migratorios; es necesario garantizarles derechos, no fronteras”, declara.
La reunificación familiar, según datos de UNICEF de 2022, es una posibilidad remota para la niñez migrante no acompañada: menos del 10% lo logra. Las actuales políticas migratorias, especialmente en Estados Unidos, complican aún más su situación. “El enfoque de criminalización que enfrentan agrava su vulnerabilidad. No están huyendo por gusto, están huyendo por necesidad”, insiste Abarca. Frente a este panorama, urge un cambio radical en el tratamiento que se da a la niñez en movilidad.
Cerrar los ojos ante esta realidad no es una opción. Abarca concluye con fuerza: “Si los Estados no actúan, están siendo cómplices del sufrimiento de estos niños”. La protección de la infancia migrante no debe depender de recursos limitados de ONG ni de voluntades políticas fluctuantes, sino de un compromiso firme y regional con los derechos humanos. Porque no se trata solo de migración: se trata del derecho de niños, niñas y adolescentes a vivir sin miedo, con dignidad y con futuro.