En la emisión de este 18 de junio de Agenda Propia Nicaragua, conducida por Patricia Orozco, se abordó un tema de vital importancia para la historia de Nicaragua: la «Operación Limpieza» de 2018, sus masacres silenciadas y la resistencia ciudadana. La conversación contó con los testimonios de Dulce María Porras, líder territorial de Carazo en el exilio, y Erickson Calero, docente de matemáticas, ex preso político y desterrado, originario de Masaya.
Contexto de la Represión y la «Operación Limpieza»
Orozco contextualizó las movilizaciones pacíficas y populares que iniciaron en abril de 2018, en oposición a las políticas neoliberales impulsadas por la «dictadura Ortega Murillo» y en demanda de un cambio en el país. Siete años después de las protestas y de la «Operación Limpieza», la conductora de Agenda Propia, recordó que el Grupo de Expertos de la ONU constató el uso de armas de fuego de alto calibre y precisión por parte de policías y civiles armados para reprimir las protestas. Fuentes creíbles mencionaron la presencia de francotiradores disparando en las marchas, lo que resultó en ejecuciones extrajudiciales de manifestantes. Un ejemplo destacado fue el 30 de mayo de 2018, cuando 18 nicaragüenses fueron asesinados en Managua, Estelí, Masaya y Chinandega durante una marcha de solidaridad con las madres de los asesinados, aumentando el luto en el Día de las Madres.
La «Operación Limpieza» fue organizada por la dictadura tres meses después de iniciadas las movilizaciones, con el objetivo de eliminarlas y «restablecer el orden». Esta operación para quitar tranques y barricadas, iniciada al amanecer, contó con una gran cantidad de policías y paramilitares civiles leales a Ortega. Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), más de 20 personas fueron asesinadas en esta «agresión sangrienta sin antecedentes».
El surgimiento y propósito de los tranques
Dulce María Porras explicó que en Carazo, el primer tranque se instaló en el Colegio San José, entre Jinotepe y Diriamba, el mismo día de la «masacre de la marcha del Día de las Madres» (30 de mayo). Estos tranques, inicialmente móviles, se volvieron permanentes, llegando a cubrir más de 30 kilómetros con furgones estacionados. Los participantes eran en su mayoría jóvenes estudiantes, apoyados por la población en general, que les proveía alimentos como picadillo, nacatamales, café y sándwiches.
El 12 de junio, el tranque de San José sufrió un ataque armado que duró casi 15 horas, desde las 3 de la mañana hasta las 7 de la noche, dejando heridos y capturados. A raíz de este ataque, la población civil de Diriamba, Carazo y Dolores se movilizó y construyó barricadas en todo el perímetro para protegerse.
Ericson Calero compartió que en Masaya, los tranques también surgieron para defender a la población agredida. El primer tranque en Masaya se estableció en Monimbó el 26 de mayo, extendiéndose luego a toda la ciudad, incluyendo el Coyotepe. La población misma, incluyendo jóvenes, adultos mayores y niños, salió a defender los tranques de la agresión policial. Las mujeres eran fundamentales, proveyendo comida para mantener los tranques las 24 horas del día y evitar que la policía accediera a Monimbó, donde 36 personas fueron asesinadas por Ortega durante el estallido social.
La brutalidad de la «Operación Limpieza»
Erickson describió cómo las fuerzas militares operaron en Masaya, que requirió dos días para ser «limpiada». El 19 de junio, en la zona norte, la táctica incluyó camionetas que transportaban municiones para armas como Dragonov y AK-47, seguidas por paramilitares vestidos de azul y francotiradores en la parte trasera. Tanto el ejército como la policía estuvieron unidos en la «matanza». La única mujer asesinada en Masaya durante este período fue Carolina, muerta por la guardia orteguista.
Dulce María relató la coordinación de las fuerzas en Jinotepe, Diriamba y Dolores. Inicialmente, la policía antimotines y paramilitares de la Juventud Sandinista atacaron. Después del 12 de junio, la situación escaló con la llegada de Cairo Guevara, jefe de la escuela Walter Mendoza, lo que intensificó los ataques armados constantes a cualquier hora del día. El punto culminante fue el 8 de julio, día de la «brutal operación limpieza» en Jinotepe. Julio Avilés, oriundo de Jinotepe, dirigió a las tropas del ejército para masacrar a los habitantes de su propio pueblo. Diriamba resistió entre 2 y 3 horas, pero Jinotepe, con el apoyo de gente de Diriamba y Dolores, resistió 13 horas, desde las 5 de la mañana hasta casi las 6 de la tarde, resultando en la masacre de muchos jóvenes.
Paralelamente a las operaciones de limpieza, la Iglesia Católica también fue atacada. Dulce María es sobreviviente del ataque a la iglesia Santiago Apóstol en Jinotepe, el mismo día que los sacerdotes de la Basílica Menor de San Sebastián en Diriamba fueron agredidos. Había un plan para asesinar a Silvio Báez y al padre Juan de Dios. Ella y otras seis personas, incluidos dos heridos (uno con un balazo en la cadera, su hermano, y otro joven con dos balazos en el brazo), se refugiaron y resistieron durante 7 horas en el ático de la iglesia, un hecho que la marcó para toda la vida.
La falacia de la justificación gubernamental
El gobierno justificaba la «Operación Limpieza» diciendo que la población se quejaba de los tranques y que era necesario restaurar la circulación y la economía. Sin embargo, Ericson Calero afirmó que la verdadera intención era «ganar tiempo para consolidar más la dictadura», ya que el gobierno no esperaba un levantamiento como el de 2018. Ericson testificó que las órdenes llegaban al Consejo Nacional de Universidades para formar «grupos de choque» de la Juventud Sandinista para «ir a saquear los Maxipalí y los diferentes centros comerciales» donde había tranques, con el fin de desmoralizar y desprestigiar a los manifestantes.
Dulce María enfatizó que no hay justificación para la crueldad de la dictadura. Mencionó el caso del Dr. Ricardo Largespada, capturado vivo el 8 de julio y entregado muerto 10 días después, con su cadáver mutilado, incluyendo las manos cortadas. Otros asesinados incluyeron a Chemita Campo, Bochoita, Bismar Arias, y Don Vicente Rapacholi, quien fue asesinado y robado en San Marcos.
Memorias imborrables y consecuencias duraderas
Erickson y Dulce María coincidieron en que la memoria de estos eventos jamás se borrará. Ericson recordó los rostros llenos de frustración y lágrimas de sus compañeros, acorralados en los «Guindos de la Laguna de Masaya», donde miles de jóvenes lloraban y oraban. La estrategia gubernamental, a diferencia de cualquier conflicto armado, era «aniquilar» y no dejar ninguna ruta de escape, obligando a muchos a huir por las laderas de la laguna hacia Mazatepe o Nindirí. También rememoró que la policía sigue entrando a casas sin permiso judicial, y personas desaparecen y son halladas meses después. Él mismo fue encarcelado tres veces por la dictadura. La memoria de los 36 muertos en Masaya y los muchos desaparecidos es imborrable.
Dulce María lamentó que Jinotepe «jamás volvió a ser igual». Hubo un luto de casi un año, y una misa conmemorativa fue reprimida por la policía. La brutalidad fue inaudita, y es doloroso que la operación fuera dirigida por alguien nacido en Jinotepe. Subrayó que los jóvenes asesinados no estaban armados y muchos ni siquiera tenían afiliación política. Los ataques a la iglesia y el refugio por siete horas son algo que nunca olvidará.
Otros testimonios compartidos incluyeron el de un «tranquista» de Carazo, quien culpó a la avaricia de políticos y empresarios por la falta de paz y la represión. Una exiliada de Jinotepe describió su propia experiencia de refugiarse en la iglesia, escapar a una casa de seguridad y finalmente exiliarse en Costa Rica el 11 de julio de 2018. Se relató el caso de Bmar Martín de Masaya, un vecino al que un francotirador disparó en el cuello, dejándolo inválido. Aunque no murió al instante, falleció meses después por complicaciones de la herida, y la población atestigua que «lo asesina Ortega».
Escape y perspectivas de futuro
Muchos jóvenes en Masaya escaparon por la zona de la laguna, buscando refugio en los montes o en poblaciones aledañas como Mazatepe y Niquinomo. La mayoría de los líderes jóvenes están exiliados, y quienes se quedaron y siguieron participando en la lucha fueron encarcelados, como Ericson, quien salió con los grupos de desterrados (los 222 y los 135). Masaya ya no celebra sus fiestas patronales por el miedo de la dictadura a nuevos levantamientos, lo que indica que «las ideas no se imponen, se proponen» y el pueblo está listo para un nuevo «chispazo».
Dulce María agradeció la solidaridad de la población de Carazo, que abrió sus casas y ayudó a los jóvenes a escapar, incluso transportándolos hasta la frontera. Ella misma tuvo que huir el 27 de julio de 2018, después de que saquearan su casa. Ambos exiliados afirmaron que, aunque fueron tratados como «delincuentes» por haber «hecho lo correcto», van a regresar a Nicaragua y que la dictadura «va a pagar» por sus crímenes, deseando que lo hagan en la cárcel.
Patricia Orozco agradeció a Dulce María Porras y Ericson Calero por compartir sus «testimonios de vida frente a situaciones difíciles», reafirmando el compromiso de «Agenda Propia Nicaragua» con los temas que preocupan y ocupan al país .
Aquí la entrevista completa: