Una conversación con Sandra Carmona sobre la herida emocional, las contranarrativas y el papel de la educación en la lucha contra el racismo.

Desde el ColectivoCala, y dentro del proyecto “Atravesadas: Procesos educomunicativos de la rabia a la acción”, hemos podido acercarnos a la mirada de Sandra Carmona. La organización realizado una entrevista en la que hablamos de interseccionalidad y antigitanismo.

Ella es gitana, mestiza, lesbiana, ilustradora profesional, editora y cofundadora de la Editorial “Altramuz”, activista por los derechos del Pueblo Rroma y del colectivo LGBTIQ+, y educadora en proyectos dirigidos a mujeres en riesgo de exclusión social.

En algunos de sus artículos publicados, Sandra comenta que: “El candado del racismo te hace sentir con total seguridad que detrás de esa puerta te espera más odio, más rechazo, más dolor, más opresión, más prejuicios e incluso la muerte…” y que “gracias a todas las personas de las que me he ido rodeando durante estos años —payas, gitanas y diversas en todas sus expresiones— sigo construyendo y amando mi identidad”. En otro de sus artículos nos dice: “En estas aguas es donde ahora nado; con ellas me limpio las heridas y con sorbos voy alimentando mi sabiduría….

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En esta entrevista nos gustaría profundizar en la interseccionalidad desde el enfoque emocional. Analizar esta dimensión permite vincular las causas estructurales de la desigualdad con la experiencia concreta de las mujeres, con los malestares, el dolor y las heridas que causa. ¿Para ti, Sandra, es importante trabajar la interseccionalidad desde este enfoque? Como educadoras, ¿Cómo crees que deberíamos abordar la “herida interseccional” —como la llama María Rodó— con los grupos y personas con las que trabajamos para que realmente nuestras intervenciones sean transformadoras?

Sandra:

No puedo separar lo teórico de lo emocional cuando hablo de interseccionalidad. Nada que hable de lo social debería hacerlo, en mi opinión. Si lo hacemos, corremos el riesgo de volvernos meros sujetos pasivos de estudio, y esto es lo que sucede a menudo con las personas gitanas y el resto de las minorías. Para mí es toda una estrategia porque, cuando el sistema trata a una persona como a un dato —cuando solo contamos para elaborar teorías, estadísticas y tesis académicas—, dejamos de ser vistos como seres humanos iguales a los demás y nuestras emociones dejan de ser validadas; incluso, en muchas ocasiones, nos son prohibidas.

El antigitanismo, en la teoría, se entiende como una forma específica de racismo hacia las personas gitanas. Esta forma de racismo es creada desde el poder y tiene una base estructural e histórica a través de la cual han creado, durante siglos, leyes específicas que atentan contra la vida de las personas gitanas. Es toda una estructura creada para odiar a un pueblo; un odio que se ha quedado adherido a la piel de las personas gitanas. Es muy difícil que exista una persona gitana que no piense que el resto de la sociedad siente odio y rechazo por ella. Con esas emociones creces y estas condicionan tu vida. Aunque a lo largo de ella vayas desarrollando herramientas que te hagan sentir que no todo el mundo piensa así sobre los gitanos, es muy difícil desligarse de estas vivencias y emociones.

Trabajar la interseccionalidad desde un enfoque emocional nos obliga a poner el foco en el papel que juegan las emociones a la hora de integrar una idea en el imaginario de la mayoría social. La imagen que un sistema antigitanista crea de una persona rroma o gitana es una sola: homogénea y, además, estática en el tiempo. La sociedad mayoritaria ha aprendido que una persona gitana hoy en día es igual que hace 40 o 50 años, ya que la imagen que se creó de nosotros no ha variado. No hay nuevos estudios creados por personas payas que hablen de una realidad distinta; todos siguen mostrándonos como personas ligadas a la exclusión social, siguen mencionando eso de la «cuestión gitana», que es lo mismo que decir «el problema gitano». Todos estudian cómo integrarnos en la sociedad y acabar con nuestros problemas en materia de vivienda, salud, educación y situación laboral desde el mismo enfoque, y todos ponen la misma foto de portada en sus estudios o campañas.

Solo cuando las personas gitanas hemos conseguido entrar en los espacios donde nuestra situación puede llegar a un cambio es cuando hemos empezado a cambiar la narrativa: a hablar de la diversidad que nos representa, a mostrar a los referentes y a hablar de interseccionalidad. En definitiva, hemos podido comenzar a trabajar para hacer desaparecer el trauma heredado, la herida que todas estas prácticas, leyes y teorías causan a nuestro pueblo y de la que queremos desprendernos.

A partir de estas voces propias, la interseccionalidad dentro del pueblo gitano cobra la importancia que merece. Se comienza a entender que una persona gitana puede estar atravesada por varias realidades, como ser, además de gitana, mujer, lesbiana, mestiza y tener una discapacidad. Al hablar de interseccionalidad podemos entender que la narrativa que hasta ahora se ha creado para trabajar con la comunidad gitana no nos sirve, no es real y, por tanto, toda esta teoría, todos estos planes y estrategias han dejado fuera a la mayoría de personas gitanas.

Vera Kurtic, en su libro Dzuvljarke: La existencia lesbiana de las mujeres romaníes, nos habla de entender al pueblo rroma a través de las «comunidades» y no de «la comunidad», ya que esta concepción nos facilita comprender la realidad de las múltiples diferencias que existen entre unas personas gitanas y otras, rompiendo con ello la narrativa blanca o paya. Desde estas voces propias integramos las emociones, narramos el dolor, la ira y la frustración; no podemos separarnos de ellas en tanto que son las que nos mueven y motivan a luchar contra las injusticias.

Trabajar la “herida interseccional” conlleva la responsabilidad de entender que esta causa, en muchas ocasiones, traumas reales y trastornos que deben ser tratados desde múltiples ámbitos. Se hace urgente formar un equipo en materia de antigitanismo que, además, integre la diversidad y con el que el grupo o la persona se pueda sentir identificada. Estas personas deben tener y sentir un espacio seguro, y esto es más difícil de conseguir cuando el equipo está formado solo por personas blancas que no forman parte de la realidad vivencial y emocional de la persona.

Además de esto, es fundamental un equipo multidisciplinar donde se encuentren profesionales de lo social, la educación, la psicología y, desde mi punto de vista, la creatividad. A lo largo de mi experiencia profesional he trabajado con mujeres, infancia y adolescencia a través de la creatividad, y esta ha servido tanto al grupo de participantes como al equipo técnico. La creatividad es la herramienta que nos ayuda a encontrar múltiples soluciones a un problema y puede trabajarse en todas las áreas.

En la búsqueda de recursos, es importante cambiar y renovar las fuentes a las que acudimos. Hoy en día hay cada vez más proyectos creados por las propias personas que formamos parte de la diversidad, y son estos los que pueden ayudarnos a encontrar las claves, ya que posiblemente estarán centrados en solucionar el problema y no en alimentarse de él. En el caso de las personas gitanas, podemos encontrarnos con asociaciones creadas por las propias personas gitanas, librerías feministas online y de libre acceso, una editorial romaní y LGBTIQ+ donde se está creando una narrativa propia o contranarrativa, obras de teatro, grupos de apoyo para trabajar nuevas masculinidades o proyectos enfocados a acabar con la explotación y especulación de la vivienda. Todos estos proyectos nacen de la experiencia propia, de la necesidad de cambio y con el objetivo de formar parte de la solución desde una práctica más comunitaria.

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En la conversación que estamos manteniendo en paralelo con Chaimaa, ella nos cuenta que: “no hay forma de hablar de racismo de manera clara si no se cuestiona también la blanquitud. No se trata solo de visibilizar las violencias que sufrimos las personas racializadas. Se trata de señalar quién tiene el poder para ejercer esas violencias y beneficiarse de ellas…”. Por otro lado, Sandra nos habla de cómo la narrativa blanca ha construido una imagen homogénea y estática de las personas gitanas. De ambas reflexiones nos surgen varias preguntas: por un lado, ¿cómo podemos desmontar colectivamente esas narrativas payas y blancas en el trabajo educativo sin caer en el extractivismo o en la instrumentalización de las voces gitanas? Y por otro, ¿qué experiencias podríamos rescatar que estén cuestionando la blanquitud y sean realmente prácticas que construyen espacios desde otro lugar?

Sandra:

Creo que el primer paso que tiene que dar el personal docente y quienes forman parte de la comunidad educativa es la formación en materia de antigitanismo y de historia y cultura del pueblo gitano. Esto marcaría la diferencia. Aún no me he encontrado con ningún profesional —que no pertenezca o esté ligado de alguna manera a una asociación gitana— que esté formado en estas cuestiones. No podemos quedarnos en las buenas intenciones, porque las buenas intenciones son otro ejemplo de antigitanismo.

Y no hay excusa para no hacerlo de la mano de profesionales gitanos y gitanas. Contamos hoy en día con personas que se dedican a ello y con materiales creados por el propio pueblo con los cuales adquirir esta formación. Si este primer paso no se da, ¿por qué vamos a creer las personas gitanas que quienes se acercan a nosotras lo hacen con una conciencia, una responsabilidad real y compromiso? A partir de ahí, podríamos comenzar a crear de manera colectiva, porque la horizontalidad de la mirada y la toma de responsabilidad por la otra parte estarían presentes.

Respecto a las experiencias que cuestionan la blanquitud, a riesgo de parecer que «vengo a hablar de mi libro», debo hablar de libros. Me refiero a los que estamos publicando en Altramuz Editorial, la editorial romaní y LGBTIQ+ que creé hace cinco años y con la que estamos, precisamente, desmontando y descolonizando las narrativas payas o blancas. Y lo más importante: son libros que sientan las bases de una contranarrativa y una narrativa propia.

Una editorial de este tipo no se dedica solo a la publicación. Somos conscientes de que cada uno de nuestros títulos está llenando un vacío necesario: cuentos infantiles, novelas, novelas gráficas, ensayos… todos escritos por personas gitanas donde también está presente la figura aliada. Vamos a centros educativos donde tenemos encuentros con alumnado de todas las edades; allí, niños y niñas gitanas y no gitanas conocen estas historias y a quienes están detrás de ellas, obteniendo por fin un espejo real en el que reflejarse.

También acudimos a espacios sociales, culturales y activistas donde realizamos presentaciones, debates y acciones culturales a través de la música. Entendemos que la música forma parte de nuestra cultura y ha sido siempre una herramienta que transforma, empodera y narra; por eso, muchas de nuestras presentaciones se acompañan de conciertos.

Estamos creando puentes con otros proyectos, como la publicación de la primera revista feminista romaní (creada por la Biblioteca Feminista Romaní), un Manual de Romanés-Castellano (publicado junto a la Universidad de Alicante y la Asociación Romano Kher) o un libro ilustrado sobre la vida de seis mujeres gitanas en la historia de Euskal Herria (junto a la asociación AMUGE). Estos libros son el mejor ejemplo que puedo dar de proyectos que transforman desde dentro.

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¿Podrías añadir una condición que parta de reconocer el antigitanismo como una forma estructural, histórica y persistente de racismo, y proponer una práctica de cuidado o memoria que nos permita sostener el dolor sin instrumentalizarlo?

Sandra:

Reconocer no es simplemente nombrar, rememorar o celebrar el 8 de abril; no es hablar de las personas gitanas en los días señalados ni instrumentalizar nuestra gitanidad o romantizarla. Para mí es importante el reconocimiento situado: ser conscientes de que existe el privilegio blanco, hablar del racismo sin miedo, trabajarlo en conjunto y sin culpa, sino con responsabilidad y consciencia.

Las prácticas más importantes van acompañadas de mostrar referentes, de visibilizar y apoyar proyectos hechos por personas gitanas. Librerías, editoriales, cursos sobre antigitanismo… estos proyectos existen y deben ser incluidos. No solo para situar en el centro la creación de conocimiento por parte de la comunidad gitana, sino porque, cuando no se hace, se cae en otra práctica racista de invisibilización y falta de interés.

La pregunta que os tenéis que hacer es: ¿Dónde están las personas gitanas a vuestro alrededor? Si la respuesta es «a vuestro lado, trabajando codo con codo», vais por buen camino.

Ilustración: Cortesía SC.