La represión que vive la ciudadanía nicaragüense ha llegado a la diócesis de León, en el Occidente de Nicaragua, gobernada eclesialmente por el Obispo René Sándigo. Esta semana el sacerdote Jhonny Guerrero y su conductor, se exiliaron luego de recibir amenazas de encarcelamiento por parte del régimen Ortega-Murillo, según denunciaron laicos de esa ciudad.
Desde el estallido social y político de abril 2018 la dictadura ha obligado a religiosas y religiosos a abandonar el país. Según el informe “Nicaragua: ¿Una Iglesia perseguida?” que da seguimiento a las agresiones que sufre la Iglesia católica nicaragüense, al menos 40 religiosos han sido expulsados en los últimos cinco años, entre ellos el sacerdote claretiano de origen panameño Donaciano Alarcón, a inicios de abril recién pasado.
Un feligrés pidiendo anonimato confirmó el secreto a voces del exilio del sacerdote Guerrero. “Es una realidad el padre Jhonny salió exilado, supuestamente en una de sus misas el tiró una indirecta muy directa y alguien estaba en la misa y lo denunció, la policía les cateó la casa, pero ellos salieron en un vehículo particular” expresó.
Un sacerdote de León, que accedió hablar bajo anonimato, dijo que la presión “que estamos viviendo (el clero) es enorme, el obispo en una reunión nos dijo que él no iba a salvar ni a meter sus manos por nadie, que no habláramos de política y que no criticáramos al gobierno”. La reunión de la que habla el clérigo fue el último martes del mes de febrero de este año, en el patio principal de la Catedral de León, en la misma actividad el Obispo Sándigo tuvo diferencias con varios sacerdotes por sus posturas políticas y exigencias “pastorales” confirmó la fuente.
Feligreses de León y Chinandega consultados por Agenda Propia dijeron que “el obispo es un mercader de la fe, tiene estructuradas las parroquias en categorías y sobre eso tienen que pagar mensualmente a la curia, no existe en la diócesis una rendición de cuentas de lo que la feligresía aporta económicamente y es evidente la presión que ejerce hacia el clero quienes por temor y una falsa obediencia, guardan silencio y obedecen sino pasa lo que ya conocemos” manifestaron.
Hasta el momento el silencio es la política informativa de la diócesis de León, no dan la cara pública sobre el exilio del sacerdote Jhonny Guerrero ni de la negación de ingreso al país que la dictadura hiciera al canónigo de la catedral de León, Rodrigo Urbina Vivas.
Las comunidades religiosas de mujeres también están siendo afectadas en Occidente, “a muchas de ellas le han negado el ingreso al país y les han cancelado las residencias permanentes que tenían, y el Ministerio de Gobernación está acosándolas y pidiéndoles un sinnúmero de papeles para que cierren sus organizaciones y confiscarles las obras que han logrado levantar desde mucho tiempo” dijo una religiosa haciendo un análisis de la realidad pastoral de la diócesis de León.
Agregó que “Sándigo al aliarse con la dictadura no de ahora sino desde cuando estaba en Juigalpa, deja evidencia de que oculta algo, o algo le tienen amarrado, no es un pastor profético, aparenta ser cercano a la gente con sus consignas y su “misión de apariencia” quiere venderse como un obispo moderno que no le interesa la piedad popular ni la religiosidad, pero en el fondo lo que está haciendo es acomodando sus piezas como un político tradicional para lograr ser arzobispo de Managua y seguir en el compadrazgo de la dictadura”.
Hasta el cierre de esta nota, intentamos obtener una declaración de la diócesis y del obispo Sándigo, pero ni las llamadas telefónicas, ni el correo electrónico fueron contestados.
“Lo confirmado es la crisis de gobernabilidad pastoral que viven los fieles en el Occidente del país” concluyeron las personas entrevistadas.