El amor por la música y especialmente por el piano ha marcado y también podríamos decir, ha salvado, la vida de Katerine Espinal. Ella es nicaragüense, tiene 36 años y vive desde 2018, como tantos otros nicas, fuera del paisito. Katerine Espinal comenzó desde muy pequeña su formación, de un modo integral sin tener, al principio, la conciencia de que dedicaría su vida a la música

Katerine Espinal creció con la música nicaragüense prácticamente en las venas, con el folklor siempre a flor de piel. Para ella, además, el encuentro con la música testimonial fue decisivo.

Salió de Nicaragua en 2018 cuando muchas cosas explotaron en Nicaragua, cuando estalló un volcán que se ha llevado demasiado por delante. Ahora vive y trabaja en Noruega, donde ha encontrado unas oportunidades imposibles en un país que se desangra con muchos de los mejores talentos fuera.

La música tiene una capacidad curativa excepcional. El arte en general, pero la música probablemente sea la disciplina artística con mayor capacidad para ello. Y es algo que Katerine sabe bien. En Noruega ella trabaja en la Escuela de Arte y Cultura Gjøvik como psicoterapeuta musical.

La pianista ha sacado a la luz recientemente la primera parte de un trabajo musical que lleva por título, no podía ser de otro modo, A Nicaragua con amor. Un trabajo que tiene una segunda parte en la que ya está trabajando.A miles de kilómetros, con todo un océano de por medio y en un entorno tan distinto como en el que se formó y creció, Katerine Espinal no olvida sus raíces, la música que le recorre desde siempre las venas y así lo demuestra cada vez que se sienta al piano, ya sea en la escuela donde la música es el mejor de los bálsamos para curar el alma o en cualquiera de los escenarios en los que emociona al público trayendo un pedacito de trópico.