A tenor del Mensaje de Adviento que ha hecho público este sábado la Conferencia Episcopal de Nicaragua cualquiera diría que no ya en el país, sino en la propia Iglesia nicaragüense, se vive una situación de normalidad. El texto no hace referencia alguna ni velada ni mucho menos explícita a la realidad que vive especialmente la institución católica, con el obispo de Matagalpa monseñor Rolando Álvarez encarcelado al igual que otros religiosos que se encuentran en las mazmorras del régimen. Tampoco la más mínima alusión a la persecución a la que se encuentran sometida que impide manifestaciones religiosas como las procesiones de Semana Santa, entre otras tantas.
La Conferencia Episcopal de Nicaragua, en este mensaje anodino, pide a los fieles que aprovechen el Tiempo de Adviento “para redescubrir el llamado a ser crecer como testigos del Evangelio y fortalecer la unión de las familias, que son las primeras escuelas de evangelización”. Los obispos llaman en este comunicado “a participar y aprovechar lo que la Iglesia nos ofrece para vivir este hermoso tiempo de esperanza: la Eucaristía, la corona de Adviento, la novena del Niño Dios, las posadas, el colocar pesebres en los hogares, celebrar la novena de la Purísima, la Virgen de Guadalupe y demás expresiones de piedad popular”.
Se trata de un mensaje despojado de cualquier atisbo de crítica o de llamada de atención sobre lo que realmente está padeciendo el país en general y la Iglesia católica nicaragüense en particular y que marca una gran distancia con el que el pasado año emitió la misma Conferencia Episcopal de Nicaragua en el que en su punto tercero no eludía los momentos que se estaban viviendo, agudizados en la actualidad. Entonces, los obispos aseveraban que “los motivos de alegría no nos impiden reconocer las preocupaciones que tenemos sobre el acontecer social, político y económico de nuestra patria. Sobre todo, entre otros, la crisis migratoria, que es reflejo de un drama humano que nos interpela”.
Un año después, en este tiempo de Adviento que está por comenzar el domingo 3 de diciembre, parece que a los obispos nicas ya no les interpelan estos mismos problemas a pesar de que 2023 ha sido, con mucho, el año en el que la Iglesia Católica ha sufrido más directamente los ataques furibundos del régimen Ortega y Murillo. Algo que está más que constatado y que se recoge en el el IV Informe Nicaragua: ¿Una Iglesia Perseguida? elaborado por la abogada e investigadora nicaragüense en el exilio Martha Patricia Molina. El trabajo, de más 300 páginas, arranca en abril de 2018 y llega hasta agosto de 2023. En él se documentan 667 ataques y agresiones dirigidos hacia la Iglesia Católica en Nicaragua, a los que se suman otros 70 en contra de denominaciones cristianas. Se documenta un aumento de 138 ataques respecto al informe previo, que llegaba hasta marzo de 2023. “Con las cifras que exponemos, no queda duda de que el 2023 es el año más funesto y en el que la Iglesia Católica ha sufrido mayor persecución, con 205 ataques”, explicó la autora el pasado 4 de octubre en una conferencia de prensa en la que comparó la cifra con los años anteriores. En 2018, 90; 84 en 2019; 62 en 2020; 55 en 2021; y 171 en 2022.
Del mismo modo, y según se desprende del informe, 2023 ha sido el año en que de manera sistemática y generalizada el régimen ha prohibido actos de devoción popular en las calles. Solo en este año, hasta la publicación de la investigación en octubre, se han prohibido 3.240 procesiones, romerías y actos devocionales. Y siempre con el mismo modus operandi, sin un documento oficial decretándolo sino con la extorsión de los agentes de policía que visitan a sacerdotes o telefonean a obispos para comunicar que la procesión está prohibida.
Sobran los ejemplos de ataques a la Iglesia católica por lo que el silencio ante los mismos dejó de ser una opción desde hace rato. Tanto que hasta el papa Francisco, que no había destacado especialmente por su contundencia en denunciar la situación de Nicaragua, por lo que había recibido numerosas críticas, sorprendió a todos en marzo de 2023 con unas declaraciones valientes, sinceras e inequívocas, comparando al régimen de Ortega Murillo con las terribles dictaduras impuestas por el nazismo y el comunismo, sin medias tintas.
El comunicado de la CEN ha provocado en las redes de la propia organización numerosas críticas ante su insustancialidad. Se puede leer, por ejemplo, “que mensaje más relajado y consolador para los nicaragüenses que viven en el paraíso paralelo terrenal, al parecer todo es felicidad” así como “cuanta hipocresía dentro de la misma iglesia bien dijo monseñor Rolando Álvarez me han dejado solo y es la verdad”.
Silvio Báez denuncia desde su homilía «el robo descarado de los dictadores que recortan las liquidaciones a los empleados públicos»
Por fortuna para la Iglesia católica de Nicaragua, para sus fieles y quienes no lo son, sigue alzándose alta y fuerte la voz del obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, que desde el exilio no deja un solo día de denunciar esta dictadura. Así, este mismo domingo, mientras el mensaje de la Conferencia Episcopal provocaba poco más que indiferencia, él señalaba en su homilía que “es injusto el robo descarado de los dictadores que recortan las liquidaciones, a la que los empleados públicos tienen derecho, solo para obligarlos a seguir trabajando dentro de un estado corrupto», en alusión directa a una de las últimas medidas del régimen, añadiendo que “es inaceptable que los tiranos de hoy recorten los beneficios de la seguridad social, arrebatando el pan a los más pobres, a los ancianos y a los enfermos”. La voz de Báez la podemos escuchar pero no es menos reveladora y profética la que ahora guarda un silencio impuesto por la cárcel del régimen, la de Monseñor Rolando Álvarez, que tiene mucho más que ver con el mensaje primigenio del cristianismo que un comunicado firmado por una jerarquía que no representa al sufrido pueblo nicaragüense.
La actitud de la Conferencia Episcopal de Nicaragua ante el régimen Ortega Murillo lleva tiempo provocando controversia dentro de la propia Iglesia católica. Un descontento que se ha materializado en comunicados como el que se conoció hace unos meses firmado por religiosos y religiosas en la clandestinidad en el que denunciaban a la jerarquía eclesial en Nicaragua por su cercanía o silencio cómplice con el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
A estas alturas, en cualquier caso, esperar no ya una denuncia, sino aunque sea una leve crítica por parte de la Conferencia Episcopal de Nicaragua es una cuestión más que de fe.