La fórmula más recurrente de la dictadura cubana para impedir o dificultar que se produzcan cambios que vayan más allá de sus intereses ha sido la de encarecerlos.
Los han encarecido de dos maneras: una, exponiendo como apocalípticos los resultados de lo que ellos definen como un «regreso al pasado», y dos, haciendo pagar de forma desproporcionada el «atrevimiento» a quienes se atreven a disentir.
La más reciente expresión de ese afán autoritario se ha puesto de manifiesto en la belicosa respuesta que se le ha dado al Movimiento San isidro, a los manifestantes del 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura y a los integrantes de la plataforma Archipiélago que pretenden organizar una marcha pacífica el próximo 15 de noviembre.
Pero los que peinan canas y atesoran cicatrices reconocen en estas actitudes del poder los mismos procedimientos que se han puesto en práctica en los últimos 60 años
Pero los que peinan canas y atesoran cicatrices reconocen en estas actitudes del poder los mismos procedimientos que se han puesto en práctica en los últimos 60 años. Basta hacer un recuento superficial sobre ciertos momentos en los que se ha respondido con excesiva brutalidad a quienes de manera civilizada han hecho propuestas divergentes, incluso a quienes desde las propias filas han mostrado su desacuerdo con las formas de llevar a cabo el proyecto revolucionario.
Habría que empezar la lista con la carta de renuncia que a mediados de 1959 el comandante Huber Matos le envió a Fidel Castro, donde decía: «No deseo convertirme en obstáculo de la Revolución y creo que, teniendo que escoger entre adaptarme o arrinconarme para no hacer daño, lo honrado y revolucionario es irse.»
Lo llevaron a un juicio donde fue condenado a 20 años de cárcel. Fidel Castro, en su condición de testigo, declaró que la principal falta del acusado había sido calumniar a la Revolución al calificarla de comunista.
En enero de 1961 el camarógrafo Orlando Jiménez Leal y el editor Sabá Cabrera Infante presentaron un documental titulado PM (pasado meridiano) donde, en lugar de mostrar a un pueblo enardecido dispuesto a morir frente a la «inminente invasión del imperialismo», exponía a unos habaneros gozadores de la vida tomando cerveza y bailando rumba.
A finales de junio del mismo año y ante las reacciones que había ocasionado la censura al documental, Fidel Castro pronunció sus llamadas Palabras a los intelectuales, donde consagra con una sola frase no solo la política cultural del país, sino también la intolerancia a cualquier posible discrepancia: «Contra la Revolución, ningún derecho».
Fidel Castro consagra con una sola frase no solo la política cultural del país, sino también la intolerancia a cualquier posible discrepancia: «Contra la Revolución, ningún derecho»
Entre 1966 y 1968 un grupo de comunistas liderados por Aníbal Escalante que habían militado en el Partido Socialista Popular y se habían sumado a las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) tuvieron la osadía de hacer críticas a la dirección del país argumentando, entre otras cosas, que los dirigentes del Movimiento 26 de Julio eran elementos burgueses con planes de salir de la órbita moscovita y regresar a los brazos de Washington.
Aquel fenómeno bautizado como «microfracción» concluyó con que 35 de los implicados fueron juzgados. Sus figuras más prominentes recibieron condenas de hasta 15 años de cárcel.
En marzo de 1968, para enfrentar los últimos vestigios de propiedad privada, se decretó la Ofensiva Revolucionaria. El emprendimiento, tenido como un rezago del pasado, fue castigado con la confiscación de los medios de trabajo y la prohibición del empleo por cuenta propia.
En octubre de 1968 el poeta Heberto Padilla ganó el premio de poesía Julián del Casal auspiciado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) con su libro Fuera del Juego. El jurado que le otorgó el premio opinó que «la fuerza y lo que le da sentido revolucionario a este libro es, precisamente, el hecho de no ser apologético, sino crítico, polémico, y estar esencialmente vinculado a la idea de la Revolución como la única solución posible para los problemas que obsesionan a su autor, que son los de la época que nos ha tocado vivir».
La respuesta a aquellos versos desobedientes fue incluir en el libro un prólogo que lo definía como contrarrevolucionario. Posteriormente Padilla fue encarcelado durante 35 días y obligado a retractarse públicamente. Luego se exilió. Su obra no se estudia en las escuelas cubanas.
Son pocos los que recuerdan aquellas «asambleas de democratización», posteriores al fracaso de la Zafra de los Diez Millones, en las que se le pidió a los ciudadanos que expresaran sin temor sus quejas. Apenas hay datos (no existía internet en 1970) de los despidos de centros de trabajo y las expulsiones de universitarios que ocasionó aquel desenfreno de honestidad, o más bien de ingenuidad, en el que algunos llegaron a definir al régimen como una autocracia y otros señalaban como el mal de los males el voluntarismo y la falta de consulta con los ciudadanos.
El Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura se extendió entre los días 23 y 30 de abril de 1971. En este evento, se puso en marcha lo que los historiadores han bautizado como Quinquenio gris. Se realizó una purga para eliminar de los centros culturales a todo aquel que «pareciera homosexual» o que mostrara lo que se dio en llamar «debilidades ideológicas». Como una secuela de ese evento se anota la desaparición de la revista Pensamiento Crítico, que pretendió una mirada académica, menos ortodoxa de la práctica del socialismo.
Se realizó una purga para eliminar de los centros culturales a todo aquel que «pareciera homosexual» o que mostrara lo que se dio en llamar «debilidades ideológicas»
El 13 de junio de 1991 se estrenó la película de Daniel Díaz Torres Alicia en el pueblo de Maravillas. Ese día, cientos de militantes del Partido Comunista y de la Unión de Jóvenes Comunistas fueron movilizados para repudiar la proyección del filme, que ofrecía una mirada sarcástica de la absurda realidad.
En ese mismo mes un grupo de intelectuales hizo público un documento conocido como la Carta de los Diez, en la que exigía cambios democráticos y la liberación de los presos de conciencia.
Los firmantes de la declaración, Raúl Rivero, Manuel Díaz Martínez, Nancy Estrada, José Lorenzo Fuentes, Bernardo Marqués Ravelo, Manuel Granados, Fernando Velázquez Medina, Roberto Luque Escalona y Víctor Manuel Serpa, fueron sometidos a todo tipo de represalias y acosos.
La poeta María Elena Cruz Varela, redactora de la carta, fue acusada públicamente de ser agente de la CIA por haber creado el grupo disidente Criterio Alternativo, al que tildaban de «grupúsculo contrarrevolucionario». Su casa fue allanada y ella fue golpeada y sacada a rastras de su edificio para obligarla, literalmente ,a tragarse sus documentos. Cruz Varela fue condenada a dos años de prisión.
En febrero de 1992, el escritor cubano Jesús Díaz participó en Zúrich en un debate público con el intelectual uruguayo Eduardo Galeano. Allí, Díaz leyó un texto titulado Los anillos de la serpiente, que causó un profundo disgusto en los medios oficiales porque, entre otras cosas, cuestionaba la consigna de socialismo o muerte lanzada por Fidel Castro.
Jesús Díaz fue expulsado de la Unión de Escritores de Cuba y el ministro de Cultura de entonces, Armando Hart, difundió un panfleto donde lo acusaba de haber cometido un crimen enorme y deslizaba la siguiente amenaza: «Las leyes no establecen la pena de muerte por tu infamia; pero la moral y la ética de la cultura cubana te castigarán más duramente».
El 8 de septiembre de 1993, la Conferencia de Obispos de Cuba dio a conocer un mensaje titulado El amor todo lo espera, que fue posteriormente leído en todas las iglesias católicas y donde se hacía una severa crítica a la situación económica, política y social del país.
Un articulista de triste recordación publicó un editorial titulado El amor todo lo espera siempre que no venga de Caín donde se decía que los obispos cubanos eran «cómplices históricos de todos los enemigos de la nación», y que el mensaje pastoral podía calificarse como «un puñal clavado por la espalda, en el momento más difícil, decisivo y heroico que había enfrentado la Revolución cubana».
En marzo de 1996, durante un pleno del Comité Central del Partido Raúl Castro anuncia la decisión de clausurar el Centro de Estudios de Américas (CEA), un centro de ideas cubano integrado fundamentalmente por jóvenes investigadores que habían cometido el atrevimiento de mencionar novedosas formas de construir el socialismo. Fueron acusados de «quintacolumnistas» y dispersados en diferentes puestos de trabajo.
El 19 de junio de 1997, los integrantes del Grupo de Trabajo de la Disidencia Interna hicieron público un documento titulado La patria es de todos en respuesta a la convocatoria al Quinto Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) donde se desgranaban los principales problemas que aquejaban a la población y se formulaban sugerencias. Un mes más tarde los firmantes del documento, Vladimiro Roca, Félix Bonne, René Gómez y Marta Beatriz Roque, fueron detenidos y procesados en un juicio sumarísimo. El 5 de mayo de 2002 fue puesto en libertad el último del grupo, Vladimiro Roca, después de cumplir cerca de cinco años de prisión en una cárcel de máxima seguridad.
En mayo de 2002, amparándose en el Artículo 88 de la Constitución de 1992, el Movimiento Cristiano Liberación, liderado por Oswaldo Payá y apoyado por otras organizaciones opositoras, presentó el Proyecto Varela como una iniciativa legislativa avalada por la firma de más de 11.000 ciudadanos. En esta propuesta se abogaba por reformas económicas y políticas.
La respuesta del Gobierno fue modificar la Constitución de la República formulando el concepto de la irrevocabilidad del socialismo. En marzo de 2003, en medio de lo que se recuerda como la Primavera Negra, fueron arrestados 75 activistas de los derechos humanos, que incluían a 25 miembros del Proyecto Varela, y fueron condenados a largas penas de cárcel.
«Las leyes no establecen la pena de muerte por tu infamia; pero la moral y la ética de la cultura cubana te castigarán más duramente»
Lo ocurrido en los 18 años subsiguientes es tal vez más conocido por quienes hoy se preguntan a sí mismos qué podrían hacer para cambiar las cosas en Cuba. Entre las represalias más notables a quienes de forma pacífica han pretendido hacer algo destaca el permanente acoso a las Damas de Blanco, que centran su lucha en la libertad de los presos políticos, los ataques de todo tipo a los integrantes de la Unión Patriótica de Cuba y a cualquier otro movimiento de corte opositor.
Las detenciones arbitrarias, las prohibiciones de salida del país, incluso de la propia vivienda, la confiscación de medios de trabajo y las amenazas de procesos judiciales han recaído también sobre los blogueros y periodistas independientes, activistas culturales y defensores de los derechos humanos.
La estructura política que gobierna hoy el país presume de continuidad, por lo que asume la responsabilidad de todos los atropellos cometidos hasta hoy. Las actuales víctimas, arrojadas al mismo viejo saco de las descalificaciones de siempre, comprenden que no hay escrúpulo que justifique tomar distancia con los demonizados de ayer. Como diría el poeta: «Estamos cosidos a la misma estrella».