Por Daniel Rodríguez Moya
En medio de tanta zozobra, del dolor y la desesperación que impone el régimen de Ortega y Murillo en el ánimo de los que amamos Nicaragua hay a veces pequeños instantes para la celebración, rendijas por las que se escapan briznas de luz de esperanza. Y hoy es uno de esos días. Lo es porque un medio de comunicación nica independiente, rabiosamente independiente, Agenda Propia, llega a la gesta de sobrevivir a su primer año de vida. Y eso es motivo más que suficiente para la alegría, aunque contenida, es verdad, por las terribles circunstancias que vive el país y, particularmente, sus periodistas. Un año en el que nos han regalado un espacio para el análisis, para el debate y el intercambio enriquecedor de puntos de vista sobre un país que se resiste, a pesar de todo, a abandonarse a la oscuridad de pensamiento a la que obliga la dictadura.
Nunca es fácil poner en marcha un medio de comunicación, por mucho que en los primeros momentos, en esos en los que surge la idea y en la imaginación se ve, o más bien se quiere ver, el proyecto caminando casi solo, las ganas venzan a la realidad e incluso al sentido común. Nunca es fácil, pero mucho menos cuando el contexto más inmediato es el de la represión, el hostigamiento, la censura. No es fácil, no. Pero sí necesario. Más que nunca. Por eso la gesta de Agenda Propia es al menos doble: el abrir una ventana al periodismo de calidad cuando la velocidad de los acontecimientos apenas dan tiempo a asimilar un suceso cuando ya se ha producido otro más grave aún y hacerlo con prácticamente todo en contra.
He escrito en algunas ocasiones en los últimos cuatro años que el periodismo independiente en Nicaragua nos está dando una lección a los periodistas que podemos escribir, contar historias, en contextos bien distintos, donde no nos vamos a jugar el tipo de manera literal. Y hoy tengo que volver a reiterar esta afirmación mientras celebro el primer año de vida de Agenda Propia. Un medio de comunicación al final siempre es el alma de sus periodistas. Más allá de cualquier otra consideración. Y por eso Agenda Propia me parece una apuesta no solo valiente en estos tiempos hostiles. Valentía y, por consiguiente, cierta irresponsabilidad… bendita irresponsabilidad en cualquier caso que nos devuelve el verdadero sentido de esta profesión que muchos convierten en una suerte de plataforma para las relaciones públicas.
Decía que el alma de un medio de comunicación es el latir de sus periodistas y el de Agenda Propia es un latido poderoso, honesto y, por tanto, creíble. Admiro el coraje y la entrega de quienes lo hacen posible. De Patricia Orozco, que no tenía ya nada que demostrar en esta profesión y, sin embargo, ha vuelto a ejercer de sí misma, de la mujer empoderada que es, clara en sus convicciones, certera en sus análisis. Una periodista que a tan solo un escalón de lo que venimos en llamar tercera edad ha tenido que salir al exilio con una dignidad aplastante. Con que entereza salió aquel día de la Fiscalía y dijo aquello de “¿quién es Ortega?” cuando le preguntaban los colegas si tenía algo que decirle al dictador. Con que aplomo denunció la confiscación, el robo descarado de su casa. Y con que autoridad moral se pone tres veces por semana tras la cámara de su exilio.
De Tamara Morales Orozco, rayada como hija de tigresa que es. Periodista a caballo entre la vieja escuela de la que aprendió la ética de la profesión y las nuevas formas de la comunicación. La imagino en una vieja redacción de periódico, como en la que yo empecé en este oficio… de esas llenas de humo cuando aún se permitía fumar. Y la veo. Como también la veo nadando con soltura entre podcast, redes y blogs.
Y Cristhian Alvarenga, el benjamín del equipo, que, muchas veces atrás de los focos cumple un papel absolutamente fundamental para llevar este barco al mejor de los puertos cuando se está navegando en aguas tan peligrosas. Para él también todo mi reconocimiento y admiración. Porque sé que no es fácil. Porque tengo dudas, serias dudas, sobre si yo sería capaz de algo así en esas circunstancias.
Hoy es un día comedidamente alegre por tanto. Por eso yo quiero, aunque sea sin chicheros y tan solo con estas torpes letras, cantar unas “mañanitas” a Agenda Propia y desear, de corazón, a quienes lo hacen posible, que los cumplan felices.