Las remesas engrosan aún más las arcas del régimen Ortega Murillo

Sin duda una de las mayores perversidades de los regímenes dictatoriales como el de Nicaragua es el de provocar una gran paradoja que consiste en que sean los mismos perjudicados por el sistema tiránico los que terminan por sustentarlo. Los más castigados, que son los que se ven obligados a tener que poner tierra o mar de por medio en muy diversas circunstancias, se convierten, a la postre, en los sostenedores económicos que ayudan a que los cimientos que mantienen la tiraría no se tambaleen lo suficiente y esta siga apuntalándose, mes tras mes, año tras año. Terrible paradoja, sí, que se sustancia en el envío de remesas que sigue aumentando de manera escandalosa, tal y como acabamos de confirmar al conocer el más reciente informe del Banco Central de Nicaragua. Este primero de diciembre hizo público el balance de las remesas del tercer trimestre del año y no puede ser más clarificador al respecto. Veamos los datos.

En el tercer trimestre de 2023 las remesas procedentes del exterior sumaron 1,218.5 millones de dólares, un 41.3 por ciento (US$ 356.3 millones) mayores a las registradas en igual trimestre de 2022 (US$ 862.2 millones). Así, las remesas acumuladas al mes de septiembre sumaron 3,433.5 millones de dólares, para un incremento de 52.0 por ciento (US$ 1,175.1 millones) con respecto al acumulado a septiembre de 2022 (US$ 2,258.4 millones). Las remesas recibidas en el trimestre tuvieron como principal fuente de origen Estados Unidos, al representar el 83.5 por ciento del total, seguido por las procedentes de Costa Rica (6.6%) y España (5.7%), que en conjunto representaron el 95.8 por ciento del total de las remesas.

En la calculada frialdad de los datos económicos sobrevive el régimen y el flujo creciente de las remesas no es poco significativo. El informe del BCN, en su maraña de cifras, también dice que Nicaragua es el país de toda Centroamérica, Panamá y República Dominicana con mayor crecimiento interanual de remesas, con un 41,3% seguido de lejísimos por Guatemala (11.0%), El Salvador (5.7%), República Dominicana (5.3%) y Honduras (2.7%).

Muchos nicaragüenses no tienen otro trabajo más que ir a retirar la remesa

Todo es ganancia para la dictadura en este crecimiento alentado sin duda desde El Carmen, generando un círculo vicioso que se termina convirtiendo, como insistimos, en parte del sustento de un sistema que hace cada vez a más familias dependientes de lo que sus familiares o amigos en el extranjero les depositan. Muchos nicaragüenses, lamentablemente, no tienen otro trabajo al mes más que el desplazarse a la oficina de Western Union o similar a retirar esa platita para resolver. Y cada vez son más. El investigador de Diálogo Interamericano y experto en migración y remesas Manuel Orozco estima que un millón de hogares nicaragüenses dependen ya de las remesas. En declaraciones para Agenda Propia Nicaragua, explica que ese dinero “es un alivio económico para las familias nicaragüenses”. No obstante, entiende Orozco que “no existe dependencia total de las remesas del ingreso total”, pero se genera el efecto “de aumentar la capacidad de gasto o ahorro e inversión dependiendo de las circunstancias que existen en un país”. Y aquí está el negocio para el régimen porque desde la perspectiva del desarrollo, afirma Orozco, “la inclusión financiera aprovecha la entrada de remesa familiar como un vehículo para construir activos financieros” y, además, indirectamente y ante el alto costo de vida, “este dinero paga impuestos como cualquier otra actividad económica”. El analista señala al respecto que el gasto que las familias incurren con ese dinero paga un 15% de IVA, lo que viene a suponer, según estima, “mas de $700 millones en impuestos de los 4600 que entrarán este 2023”.

La paradoja que enunciábamos al inicio estriba aquí. Cada vez son más las remesas que llegan porque cada vez son más los nicaragüenses que están fuera del país. Son dos cifras que se retroalimentan. Los índices de migración alcanza números récords en una Nicaragua que expulsa de muy diversas formas a sus ciudadanos. Un total de 328.443 nicaragüenses salieron del país en 2022, un 4,9 % de la población de Nicaragua, calculada en 6.664.400. de habitantes. Son los últimos datos de un año completo, que se obtienen de la suma de los reportes oficiales de los países de llegada, por ejemplo la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos, que reportó 181.566 detenciones de migrantes nicaragüenses en las fronteras estadounidenses en ese año o las 76.676 solicitudes de refugio de nicaragüenses reportadas por las autoridades de Costa Rica. Es más que probable que cuando conozcamos el balance de 2023 esta cifra no sea menor, si no que incluso haya aumentado.

En Nicaragua, toda migración es política

Mucha de esa migración se quiere analizar como exclusivamente de carácter económico, pues la motivada por persecución política directa, al menos el grueso de ella, ya es más residual dado que la mayoría salieron hace rato, aunque se siga dando como acabamos de ver, por ejemplo, con el caso de Karen Celebertti y su familia. Pero se trata de un análisis falaz. En Nicaragua toda migración, o para no ser tan categóricos, la inmensa mayoría de ella, es de naturaleza política.

El régimen lleva propiciando de manera activa el desangre poblacional y como parte de su estrategia. A los Ortega y Murillo solamente les interesa una ciudadanía leal y sometida, por convencimiento, los menos, o por miedo. Los que no están con ellos, sobran. Es mucho más rentable para la dictadura tener a la mayor parte de los opositores fuera, enviando remesas que llenando las cárceles. No nos engañemos, el bisnes es el bisnes y la cosa está bien clara: a más gente fuera, más dólares llegan en forma de remesa. Así lo explica el analista Manuel Orozco: “En una sociedad cerrada como la nicaragüense, en donde existe lo que el FMI se refiere a ‘captura del estado’ (una situación en donde un clan, familia, grupo organizado, se apodera del estado para beneficio de explotación propio) la expulsión es parte de un pilar económico de sostenimiento del sistema político”. Los otros pilares, completa, son “la extorsión, el clientelismo, la corrupción (favores económicos y políticos) y la confiscación”.

Y ante esta perversidad, ¿cómo se puede actuar? He aquí el gran dilema ético y moral que es bien complejo plantear. ¿Cómo pedir que no se envíe, o que se limite a lo mínimo posible el envío de remesas a familiares y amigos? Orozco entiende que un “método táctico para mitigar el oportunismo económico mediante la tributación de las remesas es el manejo racional, presupuestado del gasto, un aumento del ahorro, y uso de establecimientos que no son pro régimen”. Él apuesta por educar a la comunidad nicaragüense en el exterior “para entender la importancia de las remesas para sus familias y para el país y el efecto sobre el régimen” y que haya una toma de conciencia “de lo que significa el envío de dinero como una situación de dos lados, el lado de alivio a las familias y el alivio indirecto al sistema” y considera que “mantener informados a sus familiares de esta realidad es vital para reducir o prevenir complicidad involuntaria frente al sistema”. Y ofrece esta dato importante: “el ahorro es un método de resistencia política muy importante, ya que por cada $1 ahorrado, son c15 menos al régimen”.

Más allá de estas recomendaciones, poco se puede hacer al respecto. Nadie va a dejar de enviar lo que buenamente pueda a su familia o a sus amigos. No es realista pensarlo. Y sobre esos valores humanos de la solidaridad y la generosidad que los nicaragüenses abrazan, el régimen construye un sistema perverso en el que lo que por un lado alivia, a la vez ahoga un poco más.