Continúa persecución religiosa en Matagalpa, policía impide a sacerdote salir de la parroquia

 

Redacción AP

Un dron sobrevuela la curia episcopal de Matagalpa en donde permanecen retenidos desde hace ocho días, el obispo Rolando Álvarez, cinco sacerdotes, dos seminaristas, dos camarógrafos de los medios de comunicación de la diócesis y un corista. Todos ellos resisten pacíficamente al encierro que ordenó la dictadura Ortega-Murillo que busca bajo cualquier forma callar la voz de la iglesia.

Según fuentes eclesiales hay unos 40 policías en los alrededores de la curia durante el día, por las noches la militarización se duplica. “Pareciera que esperan una guerra o que adentro hay alguien mega peligroso” manifiesta la fuente.  Los represores son relevados cada ocho horas. Están armados con AK y ametralladoras, son supervisados por el Comisionado General Sergio Gutiérrez, el jefe departamental y quien se acercó el pasado 4 de agosto al obispo Álvarez para “aconsejarle” que “colaborara con la paz”.

El jefe departamental de la policía orteguista está bajo las órdenes del subdirector Ramón Avellán, señalado de ser uno de los principales operadores de la dictadura en la “operación limpieza” de 2018. A ambos se les ha visto caminando en las calles del centro de Matagalpa, gozando de las mieles del poder en negocios locales, acusados por la población de “ser colaboradores del régimen”.

Para “Nubia”, una ciudadana comprometida con su fe dentro de las estructuras de la iglesia de Molanguina, lo más intimidante en Matagalpa es ver a decenas de policías ubicados cada dos o tres metros de distancia en una exhibición del poder que tienen para reprimir.  “Ni siquiera el camión de la basura puede acceder, ¡nadie! La policía anda armada hasta los dientes y con una actitud que infunde miedo”, manifestó.

“Pedro” es un señor robusto, delegado de la palabra en Ciudad Darío, viajó a Matagalpa a un chequeo médico, fue a catedral a visitar el Santísimo, y al salir caminó en dirección a la curia episcopal. “Yo iba rezando la oración de San Miguel, porque esta es una lucha entre el bien y el mal que lo representa la bruja de la Chayo” relata el señor de unos setenta años, quien afirma que el ambiente en la ciudad es muy tenso, porque los oficiales pueden verse cerca de la Catedral, pero también en la acera del colegio, multiplicándose por doquier “como ratas buscando a quien devorar”.

Los relatos son frecuentes entre pobladores que llegan a la cabecera departamental hacer sus diligencias y los que viven en la ciudad. “La población se desplaza con prudencia para evitar agresiones de los oficiales. La gente circula con temor y con la preocupación de que vaya a pasar algo. Te revisan todo. Si vas a pasar por la curia episcopal, te revisan la cartera, te piden la cédula y a cuál de las casas vas” dijo una defensora de derechos humanos bajo condición de anonimato.

Hasta el cierre de esta nota, sacerdotes de la diócesis de Matagalpa compartieron que más de 170 personas han sido citadas por la policía orteguista para advertirles de que no van a tolerar ningún tipo de criticas en contra del gobierno.

Le niegan el derecho ciudadano de movilizarse y a manifestar su fe

Por su parte el sacerdote Aníbal Manzanares, asesor de la pastoral juvenil, denunció que la policía le ha prohibido salir de su parroquia, en el municipio de Terrabona, departamento de Matagalpa.

“Mis buenos amigos y hermanos, solamente notificarles que la policía esta mañana me ha notificado que no tengo permiso para salir, no puedo salir a las calles, a procesiones, a actividades fuera del templo parroquial, así que creo que me están vigilando”, dijo el sacerdote Manzanares, de la parroquia San José, en un mensaje grabado el miércoles, y distribuido ayer jueves en sus redes sociales.

“Si oramos vamos a vencer las fuerzas del enemigo, porque esto no es una lucha corporal, no es una lucha humana, es una lucha espiritual, contra espíritus malignos, contra la fuerza de la oscuridad, porque el diablo está aleteando”, afirmó Manzanares, en la cuenta en Facebook de la Parroquia San José.

“Les pido a ustedes siempre sus oraciones, y les pido, por favor jóvenes, en sus pastorales, que seamos críticos ante esta situación que vivimos, dolorosa, donde la fe y la Iglesia siempre nos ha pedido callejear, ustedes saben que a mí no me dejan salir y es como que me estén matando”, insistió.

Esta escalada represiva es uno de los momentos más tensos entre la Iglesia católica y la dictadura nicaragüense desde que la histórica imagen de la Sangre de Cristo de la Catedral de Managua fue calcinada el 31 de julio de 2020 en un acto que el papa Francisco calificó de “atentado”, mientras que la vice dictadora Rosario Murillo lo clasificó como un “accidente”.